Taller literario

El taller literario, el placer de escribir

Otro de los tantos proyectos emprendidos por el I.E.S. Fray Andrés es la creación de un taller literario, un conjunto de actividades destinadas a todos los alumnos del Centro basadas en la producción de textos de intención literaria. Estas actividades se centran en las características más lúdicas y estéticas de los textos, así como en el desarrollo de la creatividad y las capacidades artísticas del alumno. Un ejemplo de ello son los poemas vanguardistas, los relatos de miedo y las historias escritas a partir de microcuentos.
Con esto esperamos que nuestros alumnos sientan la motivación de escribir y el placer de elaborar un mensaje original sin otro afán que la satisfacción personal al aprender y disfrutar aprendiendo.


A continuación, podemos leer una serie de actividades de nuestros alumnos supervisadas por la profesora del Máster, María Isabel, dentro de su proyecto de innovación.

POESÍA DE VANGUARDIA




Las vanguardias (o ismos) son  manifestaciones artísticas nacidas a inicios del siglo XX que pretenden innovar y romper los moldes precedentes. Entre sus características cabe destacar: las imágenes irracionales, la incoherencia sintáctica, la disposición especial de los versos formando figuras (caligramas), la exaltación de las tecnologías, la velocidad y la violencia…la originalidad ante todo. Las vanguardias más representativas son el expresionismo, el futurismo, el cubismo, el dadaísmo y el surrealismo.

Los siguientes poemas dan cuenta de algunos de  estos movimientos  de la literatura vanguardista explicada en clase; y surgen de la libertad de expresión y creación que caracteriza a este tipo de  literaria.

POEMAS SURREALISTAS


UTOPÍA


Porque tus ojos son como pequeños niños,
llorando en los brazos de sus madres
por no poder volar,
por no poder tocar los aviones en lo alto del cielo,
ni poder probar el dulce sabor de las nubes.

Porque tu sonrisa me hipnotiza,
y no se compara con la belleza del punto justo
en el que el resplandor del ocaso te enamora.
Porque te miro
y me vienen a la cabeza recuerdos de mi infancia,
y de las calles ahora sombrías en las que paseaba
acompañado  únicamente de la suave brisa del viento
y de la muy presente luminosidad
que el sol en su auge me otorgaba.
Porque la hermosura de tu pelo,
inalcanzable, como una estrella,
inalcanzable, como el horizonte
que con todo su esfuerzo,
e inmensos mares de sangre y lágrimas,
son una verdadera y amarga utopía.
Y ruego, sueño, pido e incluso imploro,
pero únicamente consigo pesadillas,
que solo se podrían transformar en fantasías
con ilusiones,
ilusiones ahogadas en los susodichos mares agrios.

Eduardo López, 4º ESO A

En el patio vacío


Agonía que me recuerda a los musgos florecer
cuando las águilas posan sus arrugadas manos
en el filo de la flor marchitada
por el caluroso invierno.
Antes del anochecer, cantan los lobos
hasta que sus lenguas de fuego
rozan el suelo del profundo mar
abatido por los peces.
El ataque violento de la luna
donde la noche se olvida de todo
hasta del brusco cantar de los osos
hace desaparecer las diminutas perlas
que se encuentran posadas en tu cabeza
en noche de festejo.
Al lado de la chimenea,
iluminada con fuego de agua,
al frente de una lámpara de corazón roto,
surgen las sombras del efímero silencio;
rodeada de libros
se encuentra la silla de cinco patas
                            en el mismo estado de hace siglos.

Nazaret Rodríguez, 4º ESO A



El fluir de tus cabellos,
el gusto de tu boca sobre un desierto excitante
del que un escorpión no sabría salir.
Eres el sueño de todo hombre,
solo por tus perversos, emocionantes y dolorosos pensamientos
que vienen del terreno más hostil entre el cielo y la muerte.
Solo cuando me besas, siento el sabor de lo dulce y lo amargo,
como si de un bombón de licor se tratase.
Hermosa, eso es lo que te define,
porque con la simple perfección de tu boca sonriendo a la luna,
se puede contemplar la primera carcajada de un niño al nacer,
del sol que aparece cada día por el mar, y desaparece entre las nubes,
con esa preciosa melancolía entre sus rayos.

Santiago Sánchez, 4º ESO A


Todos los días nos despertarán los susurros del mar
 que vomita lava sin cesar, lava verde que se funde con los valles
 formando cordilleras montañosas
 que dentro de unos años serán bonitos peluches de cartón y tesafilm.
 El tesafilm usado será ramas de los árboles
 de los que se cuelgan monos araña que tienen bonitos trajes de boda.
 La novia es un hipopótamo azul y rojo color granate
 que come granadas sin cesar con su cáscara de mandarina y su sabor a pera.
 Las granadas son expulsadas por las nubes grandes y esponjosas
 con sabor a chocolate negro y rancio extraído
 de la planta de las palomitas de maíz
 que se usan para ver películas sentimentales
 como el despegue de un barco por el cielo azul.


Pablo Pérez Ruiz, 4º ESO A


POEMAS CUBISTAS (CALIGRAMAS)
David Aparicio (4º ESO A)

 Pablo Pérez Ruiz (4º ESO A)



POEMAS FUTURISTAS

                                 Oda al teléfono


Alabado tú, mi teléfono,
tan blanco y frío como la nieve,
de vida a la vez tan vacío y tan lleno;
esa vida que haces que hacia mí regrese
cada vez que te descuelgo.
Y oigo, tan cerca en la distancia,
las voces que me transportan hasta mi infancia.
Alabado tú, mi teléfono,
y alabada esa dulce contradicción:
odio, cuando tu estridente sonido
me hace correr en tu dirección;
amor, cuando tu dulce palpitar
me hace sentir, creer, pensar,
que me llevarás de nuevo hasta mi lejano hogar.
Alabado tú, y sólo tú,
que al hacerme llorar y reír,
tan feliz me haces sentir.


Raquel Mendoza Guillén, 4º ESO A





EL CUENTO DE TERROR


Tras haber leído varios relatos de terror (“El cuervo” y “El corazón delator”) del famoso relator Edgar Allan Poe en las sesiones de lectura, cuyos ambientes misteriosos y terroríficos han logrado captar y mantener el interés y el entusiasmo del alumno, se ha planteado una actividad que consiste en redactar un relato de terror. Aquí os dejamos algunos de los relatos más originales y creativos de nuestros alumnos de primer curso de E.S.O.



Los números perdidos

¡Hola, soy Clara! Vivo en un pequeño pueblo que se sitúa muy cerca de Nueva York. Aunque no lo creáis, en mi pueblo ha habido durante bastante tiempo efectos paranormales. Ahora os voy a contar una de las muchas historias de miedo y tragedia que han ocurrido en mi pequeña localidad.
Era una de las muchas y relajadas noches de invierno, menos para los Tendclim, que siempre andaban con trifulcas. Los Tendclim eran padre e hijo. Mac, el hijo, tenía 14 años aproximadamente y en el pueblo e instituto lo tomaban como un chico empollón y verdaderamente raro. El padre siempre regañaba a Mac, se tiraba casi un día entero metido en su habitación escribiendo álgebra y números como loco. El padre trabajaba fuera y el tiempo libre lo dedicaba a la elaboración de mapas y proyectos. El padre, la mayoría de las veces, estaba enfadado con Mac, y con razón: dejó de ser un chico sobresaliente a ser un chico suficiente. Mac quería ser como los demás, aunque seguía teniendo esa afición de escribir números perdidos.
Mac empezó a ser malote, y como a su padre no le hacía demasiada gracia, empezaron cada vez más a pelearse. Se me olvidó decir que los Tendclim odiaban al vecino de enfrente, por las deudas que tenía con el padre de Mac. Aunque padre e hijo se llevaban realmente mal, él tenía mucho rencor al vecino, por lo del padre y porque Mac había estado saliendo con la hija del vecino, y la chica lo abandonó porque el vecino no quería nada con los Tendclim. Mac, guardaba muchísimo rencor. Tantas veces le había golpeado el mundo que quería hacer algo realmente terrorífico para calmar su alma de espectro.
Mac iba todas las noches como una sombra sin corazón a la casa de Charles, el vecino. Hacía ruidos con las puertas, en las persianas, en el suelo…. Charles estaba realmente preocupado y tuvo que ir a visitar a su psicóloga, Angy Fernández. Angy le dijo que no se preocupara, que podían ser cosas de su imaginación. Pero todas las noches ocurría lo mismo.
Mac, en su habitación y a escondidas del público, seguía siendo un niño sobresaliente y matemático.
Una de las noches que su padre se acostó temprano, se sentó en su pupitre y empezó a escribir muchísimos números a toda pastilla; números, números…. Así se pasó toda la noche.
A los pocos días empezaron a rondar espíritus por las calles del pueblo, eran blancos y sin alma. Asustaban a la gente con gritos y aire fresco y frío en las casa, con sus voces frías y delgadas. En una de esas intervenciones la hija de Charles, Olivia, iba corriendo por la calzada y le atropelló un coche. Después fue el cadáver de su madre hacia a ella y le estrujó y golpeó el cráneo. Se la llevó consigo al cementerio de las ánimas.
A la semana Charles salió de su casa y se llevó su habitual y estropajoso coche al trabajo. Hizo y mandó papeleos a oficinas y empresas. Encontró en su despacho de Nueva York una hoja llena de números incorregibles y raros. Era la misma hoja que tenía Mac en su casa. De pronto, notó un aire fresco en su cabellera,  pero pasó del tema.
Después de comer, volvió a coger el coche para ir al museo y después de vuelta al pueblo. En el museo encontró, encima de un estante, la hoja de números;  se extrañó muchísimo.
Al volver a casa hubo un accidente de coches, en el que casi choca él. Aunque se le pinchó una rueda y empezó a nevar. Cuando cambió la rueda y se puso en camino, se deslizó por las grandes y temibles placas de hielo que se encontró en la calzada. Llegó sano y salvo, pero llorando por la muerte de su hija.
Al día siguiente se fue a trabajar en el metro de Manhattan, ya que le tocaba turno de noche. En el metro suele haber mucha gente y ¡claro!, ¡cómo no! se cometen robos e injusticias.
Charles iba a coger el metro de las doce cuando vio a una mujer traumatizada por el dolor y el miedo. Le habían robado su bolso, la habían tirado al suelo, y le habían robado a su hija. Estaba traumatizada. Charles la intentó ayudar en todo lo que pudo pero era demasiado tarde el hombre enmascarado había huido.
Sin querer, la mujer, como estaba tan nerviosa, se acobardó y además parecía el demonio en persona. Era verdad. La mujer sufría un exorcismo múltiple y crónico. Sufría rabias, se rajaba el cuerpo, decía barbaridades y estuvo a punto de suicidarse. Cuando aquella mala bruja, tiró a Charles a la vía del metro, justo cuando venía un tren. Éste le cortó un brazo, una pierna y sufría un gran dolor de cuerpo. Todo eso a él le empezó a aparecer demasiado raro: hoja de números, fechas….
Charles tuvo que coger un autobús de vuelta a casa, ya que no se podía mover. Cuando llegó a su casa encontró en la ventana un llavero en el que ponía: “Te voy a matar por el daño que me has causado, Charles”. Él no le dio demasiada importancia. Cuando subió las escaleras,  fue al cuarto de su hija a limpiar la habitación, él no había subido desde la muerte de su hija. Notó un aire frío y distante, no le dio nada de importancia. Pero la puerta de la habitación se cerró de golpe, él intentó abrir pero no podía, se había quedado encerrado. Ya agotado, miró desde el cristal de la habitación cuando, de repente, se le apareció un espíritu, pegó un grito y un salto, llamó a la policía de la urbanización y tardaron en llegar 1 hora y media. Charles se estaba empezando a poner nervioso e histérico a la vez, hasta que echaron la puerta abajo y le tranquilizaron.
Charles estaba harto de aquellos sucesos tan extraños. No podía hacer su vida normal. Mientras, Mac, se reía a carcajada limpia de los sucesos que creemos que él los está fabricando.
A los pocos días, Charles se fue a la piscina municipal para empezar a dar sus cursos de natación. Cuando terminó de nadar en los cursos de natación, casi se resbala por el suelo y se cae. Al pasar a los vestuarios, estaba todo lleno de agua, cuando de repente se dio con el enchufe del vestuario y se electrocutó. Menos mal que había un hombre cerca de él para poder socorrerlo y llevarlo al hospital, ya se estaba empezando a asustar de tanta cosa rara.
Al día siguiente fue a hablar con el padre de Mac por si sabía algo del tema de aquellos sucesos extraños, pero el padre le dijo que su chico sobresaliente no había hecho nada. Entonces Charles se fue.
Al día siguiente, Charles se fue al trabajo. Todo era normal hasta que vio en el cristal de su ventana: “Te voy a matar Charles, lo voy a hacer pronto”.
Charles se quería cambiar de ciudad, pero su hija se lo impedía.
Cuando salió del trabajo se fue a coger un avión para tratar asuntos de trabajo. A la hora de estar en el aeropuerto oyó un estruendo: había habido un accidente nuclear en las pistas del aeropuerto, eran unos terroristas implicados en un accidente nuclear. Todo salió volando y Charles también, esa vez no se libró del accidente. Murió en el acto.
Mac se alegró. El padre de Mac subió a su habitación y cogió una hoja llena de números; el padre la miró y remiró y al final llegó a la conclusión de que las fechas coincidían con las horas de los actos en las que el padre de Olivia había estado implicado.
A las pocas horas, el padre falleció… Y así acabó la historia de los Tendclim.

Clara García Sillero, 1º ESO B



LA MALDICIÓN DE JUAN

Juan es un hombre de negocios que ha triunfado en la vida. Un trabajo que le permite vivir muy bien, y una familia con dos hijos, respetada por sus vecinos.
Un día en una comida de negocios, Juan bebió alcohol mientras realizaba sus negocios, sin darse cuenta que tenía que volver a casa con el coche.
María estaba en un parque conversando con otras madres mientras sus hijos jugaban: unos con el balón y otros en los columpios. El balón salió despedido del parque por una patada que le dio un niño, con tan mala suerte que fue hacia la carretera.
Juan iba para su casa en el coche, después de la comida, sin apenas poder atender al tráfico, por el alcohol que había bebido. Los ojos se le cerraban, daba “volantazos”, golpeó un contenedor de basura y pisó el bordillo de la acera varias veces.
El hijo de María corrió tras el balón, preocupado por cogerlo, sin ver si venían coches. Justo al parar la pelota con el pie y agacharse para cogerla, Juan se aproximaba por la carretera con el coche, sin ver al niño. Después de golpearle, frenó y vio al niño tumbado en la calle, sin conocimiento y con mucha sangre a su alrededor, asustado salió a toda velocidad. María se acercó a su hijo, mientras sus amigas llamaban a una ambulancia. Al llegar al niño se dio cuenta que no respiraba y de que su corazón no latía. Mirando hacia el coche que se alejaba a gran velocidad, dijo:
 “Te maldigo y maldigo a tu familia y te deseo que tú y los tuyos terminéis vuestros días como mi hijo”.
Un periodista, que circulaba con su coche por la misma calle, paró y vio todo lo ocurrido. Al día siguiente lo publicó en su periódico con todos los detalles, sin poder decir quién fue el conductor, pero sí el dolor de María.
Juan compró el periódico y buscó las noticias de sucesos, comprobando que relataban el suceso, pero que el coche que se dio a la fuga no era identificado. Se asustó al leer la maldición que lanzó la madre del niño y que el periodista pudo escuchar y publicar.
Guillermo, hermano de Juan, era el encargado de la perrera municipal, donde terminaban todos los perros abandonados en la ciudad. Ese día notó que todos los perros estaban muy nerviosos, ladrando todo el rato, sin saber porqué. Cuando llegó la hora de dar de comer a los animales, abrió la jaula, como todos los días, los perros más grandes comenzaron a acercarse a él, gruñendo y con los dientes apretados. Consiguieron rodearlo, Guillermo empezó a asustarse, a pesar de haber dado de comer a esos animales cientos de veces y de haberlos cuidado, lavado y acariciado. Toda la confianza que tenía la perdió con el extraño comportamiento de los perros. Intentó hablar para calmarlos, pero al abrir la boca se abalanzaron sobre él, devorándolo en pocos segundos.
Al día siguiente Juan y toda su familia asistieron al entierro de Guillermo. Juan sólo pensaba en el atropello del niño y en la noticia del periódico, que recogía la maldición de la madre. Intentaba relacionar la muerte de su hermano con esa maldición pero no se lo podía creer. Su coche estaba en la cochera y no quería sacarlo, por si fue visto por alguien. Además tenía el golpe del niño y restos de sangre seca. Los dos hijos de Juan y su mujer fueron al cementerio en autobús, con la excusa de tener el coche averiado. Salieron del cementerio y esperaron el autobús de vuelta. En la parada, los dos hermanos se pusieron a empujarse, jugando a quién era más fuerte. Juan, preocupado, con sus pensamientos en otro sitio, se sentó, con la cabeza agachada, pasándose constantemente las manos por la cara. La mujer de Juan vio cómo se acercaba el autobús y regañó a sus hijos por su comportamiento, diciéndoles: “dejad de empujaros, que ya viene el autobús”. Los niños esperaron cerca de la parada. Cuando apenas quedaban unos metros para que parase el autobús, uno de los niños, confiado en que iba a parar donde él se encontraba, bajó el bordillo de la acera mientras hablaba con su hermano. El conductor del autobús pisó el freno, pero el pedal estaba en el suelo y no respondía. Nervioso, tocó la bocina insistentemente, pero el niño nunca pensó que era por él. Juan, al escuchar la bocina insistentemente, levantó la cabeza como si supiera que algo terrible iba a pasar. Gritó a su hijo levantándose del asiento, pero el autobús llegó a la altura del niño arrollándolo, sin que su padre y su madre pudieran hacer nada por su hijo.
La noticia no fue recogida por ningún periódico, pero sí por la televisión local de la ciudad. En titulares pusieron: “Un hombre entierra a su hermano y después asiste al atropello de su hijo”.
Pasaron varios días y Juan no iba a trabajar, tampoco salía de su casa. Sólo pensaba en la muerte de su hermano y de su hijo, y lo relacionaba con la noticia que días atrás leyó en el periódico, donde una madre, a los pies de su hijo muerto, lanza una maldición sobre el conductor, que le quitó la vida a su hijo. Decidió ir a limpiar la sangre seca que todavía había en el coche, para así, irse olvidando de lo sucedido. Consiguió reunir fuerzas para acercarse a su coche y limpiar la sangre seca del atropello. Después fue a un taller para reparar el golpe. Apenas dormía y casi no comía, no se aseaba. Su mujer no le hablaba, porque le culpaba de la muerte de su hijo, por no querer sacar el coche para ir al cementerio.
Pasaban los días, y Juan estaba obsesionado con cuidar del único hijo que le quedaba, Miguel. Con su mujer apenas hablaba. No dejaba salir de casa al hijo y lo acompañaba al instituto, todos los días andando, a pesar de tener 18 años y estar las clases a unos dos kilómetros.
Cuando dieron las vacaciones de verano, la mujer le dijo a Juan que quería el divorcio por la situación que estaban viviendo. Para que el hijo no se enterara de nada y no presenciara las peleas de sus padres, lo enviaron a casa de sus primos gemelos, de su misma edad, con la cuñada de Juan. Tenían una casa en la playa, donde pasaban todos los veranos. Aunque la cuñada de Juan, Sara, no quería ir por estar muy cerca la muerte de Guillermo, decidió ir para poder olvidarse de todo.
Cuando llegó el primer fin de semana, en la playa, los primos de Miguel organizaron, como todos los veranos, una cena en la playa con todos los amigos. Estuvieron comiendo y bebiendo. Cuando terminaron con toda la comida y bebida que habían llevado, decidieron ir al pueblo a unos cinco kilómetros a terminar la fiesta. Miguel no quería ir, pero sus primos lo convencieron. Salieron en cuatro coches, en el último iba Miguel con sus primos gemelos y la novia de uno de ellos. La carretera no tenía tráfico, y menos a las doce da la noche, pero era muy estrecha y la noche era muy oscura. Tenía muchas curvas. Los cuatro iban hablando y riendo y uno de los hermanos le dijo al otro, que iba conduciendo, que acelerara porque los otros coches se estaban alejando demasiado. La carretera serpenteaba, subiendo la ladera de la montaña que separaba la playa del pueblo. Cuando llegaron a lo alto del puerto, comenzaron a bajar la montaña y ya se veían las luces del pueblo. El coche comenzó a acelerarse, con la bajada. Al conductor cada vez le costaba más tomar las curvas bien. Iba invadiendo el carril contrario constantemente. Al llegar a la curva más cerrada, el coche se salió de la carretera y bajaba a gran velocidad por la ladera de la montaña, levantando piedras, y rompiendo pequeños arbustos y plantas. De pronto se estrellaron contra un pino robusto. Los cuatro jóvenes murieron en el acto por la brutalidad del golpe y por no llevar puesto el cinturón de seguridad.
Los amigos habían llegado al pueblo, estaban esperando en la puerta de una discoteca. Uno de ellos se preocupó porque ya habían pasado más de 30 minutos, desde que llegaron y volvió. Iba muy despacio. Vio una luz a unos 200 metros de la carretera. Era la luz derecha trasera del coche siniestrado. Pronto se dio cuenta de que algo malo les había sucedido a sus amigos. Antes de bajar llamó a la policía.
Llegaron dos ambulancias y dos coches de la policía. Al poco tiempo se acercaron vecinos del pueblo, otras dos ambulancias y coches de bomberos. Nada pudieron hacer por los cuatros jóvenes.
Sara estaba dormida cuando sonó el timbre de la puerta. Antes de abrir, se asomó a la habitación de los gemelos y la encontró vacía. Su cara era de horror, mientras se acercaba a la puerta. Cuando abrió y se encontró a la policía, se desmayó sabiendo que la noticia no iba a ser buena.
Juan y su mujer estaban dormidos, cuando sonó el teléfono. Lo cogió Juan que llegó primero. Cuando contestó, escuchó una breve conversación y soltó el teléfono, pegando después un grito de desesperación. Un coche de la policía estaba en la puerta esperando al matrimonio para llevarlos a reconocer a su hijo.
La noche se hizo larga, pero el día siguiente fue más largo aún para los familiares de los fallecidos. Ya por la tarde Juan contó a su mujer lo sucedido meses atrás con el atropello mortal en el que intervino, y lo que pudo leer al día siguiente en el periódico. Su mujer no se lo podía creer y salió corriendo del tanatorio sin esperar a que Juan le siguiera contando. Una vez fuera se encontró con Sara, desconsolada y sin parar de llorar. Le contó todo lo que Juan le había dicho. El rostro de Sara se endureció pensando en todo lo ocurrido semanas atrás.
Las dos mujeres se dirigieron hacia Juan y voceándole las dos a la vez, después de echarle en cara todo lo sucedido, le dijeron que tenía que ir a hablar con la madre del niño atropellado, para que la maldición no siguiera, y entregarse a la policía.
Al día siguiente, después del entierro de los jóvenes, Juan se dirigió hacia la casa de María, madre del niño atropellado. Juan le contó todo, desde el atropello de su hijo hasta lo sucedido con su familia desde entonces. María comenzó a llorar, pero pronto se dio cuenta de todo lo que le estaba pasando a la familia de Juan, y apenas sin poder hablar, perdonó a Juan, más por la pena que le daba.
Sara siguió a Juan hasta casa de María y aparcó el coche cerca de la vivienda, seguía llorando. Cuando vio que Juan salía de casa de María, dirección de la comisaría de policía para entregarse, al ir a cruzar la calle, Sara aceleró su coche golpeando a Juan, dejándolo sin conocimiento en medio de la carretera, se bajó de su coche y encima de él, sangrando, empezó a maldecirlo, hasta que llegó la policía y se entregó.
Juan murió al llegar al hospital y Sara fue llevada a la comisaría de policía.
El periodista que escribió la noticia del primer atropello, se interesó por los sucesos y antes del juicio de Sara, publicó en su periódico todos los datos que fue recogiendo. Para el periodista la maldición existía y así lo escribió. Sara terminó en un hospital para enfermos mentales.
María se culpó por los sucesos, y nunca más volvió a salir de casa, solo para ir al cementerio a visitar la tumba de su hijo. La mujer de Juan vendió la casa y se fue a vivir con sus padres muy lejos del pueblo donde vivía.

Jesús Cabañero Fernández 1º ESO B



Noche de invierno

Estaba yo, inconsciente y aturdido. De repente, un escalofrío. Después algo más, no sabría decir qué. No encontraba la manera de liberarme de él. Algo habitaba en mí, algo diabólico y espeluznante. No sé si serán imaginaciones mías, miedos, locuras... Pero sabía que yo no era el de siempre, estaba cambiado. No era la persona perseverante y luchadora, sino que estaba mucho más nervioso, tenía cambios repentinos de humor...Maldigo aquella noche oscura y fría, porque ella es la culpable de todos mis temores, de todos mis miedos. Esa noche de enero fue la peor de todas. Pasaba yo por la calle de María, mi hermana. Era la calle más oscura y estrecha de la ciudad. Cada vez que pasaba tenía que ir tanteando con cuidado las paredes, para no caerme. Por fin encontré el portal de María:

-María, soy yo, Ángel, ¿me abres?
-Eh... ¿Ángel? sí... claro, pasa.

Subí las escaleras, pero se apagaron las luces. No encontraba el interruptor de la luz, y yo, ¡odio la oscuridad!:

-¡Ahh!
-¿Ángel? ¿Estás bien?
-Sí, no te preocupes.

Cuando estaba en su casa, me senté en el sillón de siempre, y ella me ofreció unas pastas, como de costumbre. Lo que no era normal es que estaba demasiado nerviosa, ¡con lo paciente que es mi hermana! Movía continuamente su pierna izquierda de arriba a abajo, se mordía las uñas y tenía una mirada intimidante:

-¿Te encuentras bien?- pregunté yo.
-Sí. Voy un momento al baño.

Serían ya las once más o menos. Cogí mi chaqueta y mi bandolera y me dirigí hacia el baño. Toqué varias veces la puerta, pero nadie me respondía. Me dispuse a abrir la puerta cuando de repente me encontré a oscuras. Estaba aterrado. Salí corriendo a buscar un interruptor, lo encendí y cuando estaba dentro del baño, con luz clara y potente, contemplé el cuerpo inerte de mi hermana, el cuerpo frío y sin vida tirado en el suelo. Estaba sorprendido y a la vez aterrado. No sabía qué hacer. Oí un ruido en el salón, como una ventisca,  pero la ventana estaba cerrada. Caminé hacia el salón y vi una presencia extraña y borrosa. Me eché hacía atrás, con cuidado. Pero se acercaba a mi, cada vez más rápido. Me encerré en el baño. Fue una lucha de vida o muerte. Él empujaba, yo también. Pero cuando creí que estaba a salvo, los ojos de mi hermana de abrieron. Abrí la puerta con rapidez. Estaba más que aterrado. Cuando salí al exterior la presencia no estaba, y mi hermana seguía en su sueño eterno.

Cuando ya estaba en la calle, me encontré más a salvo. Fui caminando, sin rumbo. Pensando en lo sucedido. De repente me choqué con una chica:

-Perdón, no iba mirando.
-Tranquilo, no te preocupes. Me llamo Patricia, ¿y tú?
-Ángel.
-Tienes mala cara, ¿te pasa algo? ¿Quieres que demos una vuelta?
-Vale.

Le conté lo sucedido. Estuvimos hablando horas y horas. Ella creyó todo lo que le dije y decidió contactar con María mediante la ouija. Yo acepté, aunque la idea no la veía muy clara.

 Al día siguiente teníamos la ouija. La habitación estaba oscura, solo alumbrada por cuatro velas. Había un silencio sepulcral. Pusimos el dedo sobre un vaso, y Patricia formuló una pregunta:

-¿Eres María?

Y la ouija contestó que “sí”.

-¿Estuviste poseída el otro día?-pregunté yo.

Y la ouija contestó “sí, y pronto lo estarás tú”. De repente sentí algo en mi cuerpo, algo había entrado. Me caí hacia atrás y Patricia estaba sorprendida:

-¡¿Ángel?!
-Sí...estoy bien. Algo ha entrado en mi cuerpo.

Dicho eso, me abalancé sobre ella con un cuchillo en la mano, y se lo clavé cinco veces en el corazón. Subí corriendo las escaleras de mi casa, hacia la buhardilla:

-¡¿Qué quieres de mí?!¡Fuera, sal de mi cuerpo!

Entonces, mi mano quería coger el cuchillo que estaba al lado, pero yo no quería:

-¡Socorro! No quiero morir...

Y poco a poco mi voz se iba desvaneciendo hasta que me quedé sin voz. Mis ojos se rompieron en llanto. Decidí bajar a la calle para buscar ayuda, pero Patricia o su alma subía los escalones de la escalera. La tiré al suelo y pude salir a la calle. El mismísimo diablo se me estaba enfrentando. Encontré un hacha en el suelo y me agaché a cogerla. Me la clavé en la sien y abatido y sin fuerzas me desmayé en el sueño eterno.


                                                                         Sergio Blanco Alcaide 1º eso B


The Misterious House

(5 de Abril del 1897)

Las tablas chirrían, las ramas golpean los cristales desquebrajados de las ventanas en una noche fría y oscura donde las oscuras nubes tapan el único rayo de luna que alcanza la tierra, donde ni los murciélagos pueden percibirse unos a otros, donde los suelos de los largos pasillos de mi gloriosa casa chirrían y parecen que piden socorro con voz ronca, y donde se puede percibir en la fachada un color igual o parecido a ¡¡SANGRE!! Y ese olor que sale de las rendijas del conducto del aire que imita el de un cadáver en descomposición.
No me he presentado. Mi nombre es Chester McGulliver, y compré esta parcela hace más o menos 4 meses, pero hasta hace 1 semana o así no empecé a notar movimientos extraños como ciertos puntos de la casa donde sentía escalofríos y roces, las estatuas de los antepasados me miraban con afán de dañarme mentalmente y destrozar mi desbordada imaginación, mi perro silvestre ladraba sin motivo a una pared especifica de la casa. No podía dormir, ya que, si cerraba los ojos, miles de suplicios pedían mi alma como si de eso dependiera su vida, y horribles rostros cruzaban de un lado a otro mi mente, y prejuzgaban mis actos del pasado como si lo supieran todo sobre mí. Esto me hizo pensar y decidí contactar con el antiguo propietario, pero el número que me dio no daba señal alguna y fui a su casa al llegar unos coches de la policía y del hospital se veían aparcados enfrente de dicha casa, imaginé que el Señor Estrangol había muerto y al entrar en la casa, no sé  por qué pero tuve la sensación de que de la habitación salía una voz agridulce y rayada que me llamaba. Subí a la habitación y cuando ya estaba dentro la puerta se cerró de golpe y las ventanas, de par en par, se cubrieron con las cortinas y el cajón de la mesilla se abrió y entre tantos papeles, uno de ellos me llamó la atención. Al abrirlo, unas extrañas letras que aún siendo extrañas, comprendía, decían muchas cosas, pero una parte en concreto me intrigó, ya que decía: “Yo, Estrangol Watermein, me comprometo con estas escrituras a comprar la parcela situada en el 48 de Dorset, Inglaterra”, y pasado unos párrafos narraba que en la casa sucedían fenómenos parecidos a los míos. Por eso narra sus días en aquella casa “maldita” y que por eso la vendía tan barata. Ya convencido, las ventanas se descubrieron y la puerta se abrió, y al salir por la puerta de la habitación, casi por arte de magia, un pequeño papel me cayó. Al observarlo no pude retener mi sorpresa ya que en aquel papel decía: “¡¡Corre Chester, corre!!” Y en ese preciso momento noté una presencia que se acercaba a gran velocidad por mi ante guardia, y dijo “BUUU”. Corrí a la puerta, pero ésta se cerró y de la cocina salía una especia de olor que parecía gas. De repente, todos los muebles ardían de forma violenta y solo veía una salida. Corrí a la parte superior de la casa donde, por una vez, tuve suerte y encontré una ventana. Sin pensarlo dos veces, esprinté y salté de tal forma que los cristales se rompieron y caí sobre el denso herbajé. Ya no había ningún coche y de repente ya era de noche y en ese mismo momento la casa explotó sin dejar escombro en pie.

Adrián Losa, 1º E.S.O.


El misterioso viaje a París


            En una mañana de marzo, sobre las diez de la mañana, fuimos a despedirnos de mi hermana Helena, ya que se iba de viaje a París por un intercambio.
            Todo iba bien, hasta que llegó al aeropuerto, allí estaban unos terroristas, dispuestos a matar a quien fuese. Helena se asustó y se fue corriendo, pero no le sirvió de mucho.  Uno de los terroristas la había visto, sacó el arma y la mató.
            Por la tarde, mi madre y yo vimos las noticias y entonces lo supimos. Nos echamos a llorar, ya que mi madre había perdido una hija y yo a la única hermana que tenía.
            Pero lo más extraño pasó por la noche.  Yo estaba terminando de cenar, estaba fregando mi plato y... ¡ZAS! Un vaso se cayó del armario.

- No puede ser, mi madre está en el trabajo. Habrá sido coincidencia.- Me dije.

            Pero una parte de mí me ayudaba a entenderlo. Con una voz tenebrosa escuché a mi subconsciente: “¿Coincidencias?, ¿eres nueva aquí?, tú sabes muy bien que no ha sido ni coincidencia, ni el viento, ni nada por el estilo”. ¡Era un fantasma! un espíritu asustado que se había quedado entre el mundo de los mortales y los inmortales.
            Cuando la terminé de escuchar, sentí un cosquilleo por la espalda. Tras el cosquilleo, empecé a ver imágenes tormentosas: sangre, disparos, muchos muertos... Me mareé y me caí al suelo. Cuando llegó mi madre de trabajar, me encontró tirada en el suelo. Creía que se había quedado sin hijas, cuando entonces empecé a despertarme. Mi madre se alivió al ver que no estaba muerta.
            Le conté lo que había sucedido, y pensamos que podría ser el espíritu de Helena. Ninguna de las dos pudimos dormir ese día.
            Yo, desde mi habitación, oía una voz que cantaba, se parecía mucho a la de mi hermana. En ese instante lo vi, ¡era mi hermana!, ¡estaba aquí!
            Me puse nerviosa y avisé a mi madre, que, por suerte, estaba despierta.
Pasamos toda la noche escuchando esa tenebrosa voz que nos susurraba al oído.
            Al día siguiente, avisé a mis amigos y familiares de que mi hermana había muerto. Fue muy trágico: la gente lloraba, lloraba de dolor.
            No pude aguantarlo más y me fui a casa.
            Tras un pequeño descanso vi de reojo una sobra roja, volví a mirar y no estaba. Pero, no se había ido...

-¡Blanca! Ayúdame.

            Abrí rápidamente los ojos para ver de lo que se trataba. Me asusté mucho, creía que era un sueño, pero al ver la cara sangrienta de mi hermana cerca de la mía... Pegué un grito y Helena se fue. Mi madre vino corriendo.

-¿Qué pasa? - Me preguntó atemorizada.
-La he visto, mamá, la he visto y ha sido espantoso, daba mucho miedo...- le decía.
-Bueno, tranquilízate y cuéntame lo que te ha pasado.
           
Tardé un rato en tranquilizarme, pero al fin se lo conté todo. Se le quedó una cara de sorpresa, temor, y tristeza que no podía con ella.

-Entonces, está aquí, en mi casa...
-Mamá no es lo...
-¡Cállate! Está aquí y lo sé, eso para mí es una buena noticia.
-Siento recordártelo, pero te recuerdo que está....
-¡No lo digas! No quiero oírlo.
           
Por la tarde, visité a mi madre para hablar un poco más tranquilas de lo ocurrido.
-Entonces, ¿puedes ver y hablar con los espíritus?
-Parece ser que sí, pero creo que solo es con Helena.
-Vaya, todo me resulta... tan... extraño..
-Lo sé, pero no podemos rendirnos, tenemos que ayudar a que vaya hacia la luz.
-Pero no quiero que...
-Lo sé, sé que es doloroso, pero tenemos que hacerlo.
           
Pasamos la noche juntas. Esa noche dormimos algo. Al rato, tuve una pesadilla, me desperté y fui a la cocina para beber un vaso de agua. Cuando encendí la luz, la vi. Me quedé sin respiración durante un instante, pero se pasó.

-Blanca, ayúdame.
-¿Cómo?, no puedo hacer nada.
-Sí que puedes, puedes guiarme hacia la luz
-Pero no sé cómo hacerlo, soy nueva en esto.
-Por lo menos, inténtalo.
-Muy bien. ¿Qué te retiene?
-Estoy asustada, tengo miedo de lo que pueda ver allí, los terroristas, el dolor...
-Los terroristas te dejarán en paz, ya que el cielo es un mundo de paz y tranquilidad.
-Lo sé, pero me gustaría decirle una cosa a mamá.

            Fui a la habitación donde se hospedaba mi madre, la desperté, le dije que Helena se quería despedir de ella. Se levantó de un brinco y fue corriendo a la habitación.

-¿Helena?
-Estoy aquí mamá.
-Está aquí.
-¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has muerto?
-En el aeropuerto había unos terroristas, me asusté salí corriendo y me mataron.
           
Le expliqué lo que le había pasado en un pequeño resumen. Mi madre, llorando a más no poder, se fue al baño a llorar del dolor que le causaban su corazón y su mente. Me puse a llorar con ella.

-Pero mamá...
-Tranquila, estará bien.
-No quiero irme, no la quiero dejar sola sufriendo.
-No está sola, está conmigo. Yo cuidaré de ella, TE LO PROMETO.

A Helena se le escapó una lágrima, y entonces vio la luz.
-Es hermosa, ¿me prometes que la cuidarás?
-Te lo prometo.


            Después de diez años, sigo viendo espíritus y los ayudo a cruzar. Es lo que me recuerda a mi hermana, y se que siempre estará en la puerta para irme con ella.


Ángela Ayuso Portillo 1º B




El asesinato misterioso

Me llamo Rosalí y os quiero contar una historia. Hace mucho tiempo, unos ocho años, viví una gran tragedia. Compré una casa grande con mi hermana Judith, vivíamos las dos juntas. Era una casa enorme, con tres plantas y estaba en un sitio muy apartado de la ciudad.
Por la noche, organicé una fiesta de bienvenida, invité a cien personas: amigos, primos, compañeros de trabajo, etc. La fiesta era a las 10 de la noche y acababaBueno, eso no importa. Vino todo el mundo. Mi hermana y yo nos pusimos nuestras mejores galas, los invitados nos hacían cumplidos y nuestros familiares nos hacían regalos. Todo iba bien. Eran las doce y media de la noche. Esa noche hacía frío y fuera todo estaba oscuro. La música y las luces estaban encendidas cuando, de repente, todo se apagó. Oíamos voces y la gente corría despavorida y yo buscaba a mi hermana, pero no la encontraba.
Cuando volvió la luz entré en mi habitación y encontré a Judith tirada en el suelo. Vi que tenía una copa en la mano, pensé que estaba borracha y que se quedó dormida pero, cuando la intenté coger para meterla en la cama, vi que no respiraba. Les dije a todos que la fiesta había acabado y se tenían que marchar. Lo dije tranquila para que no se preocupasen. Y cuando todos se marcharon llamé a la policía y a una ambulancia.
Cuando llegaron se la llevaron al hospital, yo fui con ellos.
Pasaron una hora, me dijeron que no se podía hacer nada,  había muerto. Yo, toda hundida de dolor, me eché a llorar, y entonces empecé a pensar  que todo fue culpa mía. Si hubiera estado con ella no hubiera pasado nada. Tras un tiempo, volví a casa.
Cuando iba en el coche, tuve visiones de espíritus, pero no hice caso. Pensé que eran tonterías mías porque estaba muy cansada.
Llegué a casa, me tiré a la cama y me dormí. Tuve muchas pesadillas y me levanté a beber agua, para despejarme. Cuando volvía a la cama voces que me decían:
-¡¡Fuera de aquiíí!! ¡¡Ésta es mi casa!! Por esto, ha pasado lo de Judith, si no te vas¡MORIRÁS!
Volví a la cama corriendo, se me vertió el agua y me escurrí. Dolorida, volví a la cama, y conseguí conciliar el sueño.
Por la mañana llegaron las dudas, y pensé en voz alta:
-Judith murió, y no hay pruebas. Oigo espíritus que me hablan, tengo sueños con ella. Está claro, ¡la mató un espíritu!
Ya era de noche y había truenos, mal tiempo, era una ocasión perfecta para encontrarme un espíritu.
Cogí la grabadora del cajón de mi mesilla, y la puse a grabar. Las voces me volvían a hablar. Cuando terminaron, escuché la cinta y no se oía nada.
-Qué extraño. Necesito algo mejor.- pensé.
De repente, se apagaron las luces y pensé que me iba a pasar lo mismo que Judith. Así que salí corriendo de la casa, cogí el coche y me fui a la ciudad. Me alojé en un hotel, e intenté idear un plan.
Por la mañana, me bajé a la cafetería, y parecía ser que la noticia se extendió por toda la cuidad. La gente no me dejaba en paz, y los periodistas no me dejaban paso y me atosigaban con sus preguntas.
Cuando se fueron, fui a buscar a mi amiga Alexandra para pedirle consejo. Vivía en el centro de la ciudad. Cuando estaba allí le conté lo que pasaba y lo que oía, y me dijo:
-Rosalí, vente a mi casa hasta que este asunto se tranquilice, porque ahora lo veo muy negro. Además, aquí estarás segura, y no quiero que te pase nada.
-Gracias, muchas gracias, te lo agradezco. Tenía miedo de que me pasase algo.
-Y de paso, te ayudo a encontrar una solución.
-Ya ha pasado cuatro días desde la muerte de Judith y este asunto, sino lo arregla la policía, lo arreglaremos nosotras.
Quise ir a casa a por mis cosas, pero Alexandra no quería, porque ya era tarde y nos podía pasar algo, así que me dijo que me dejaba ella la ropa y que mañana iríamos a buscar una solución.
Al día siguiente, por la tarde, fui a la casa con Alexandra para saber si ella los podía oír. Cuando empecé a oírlos le pregunté si ella también los podía oír, me dijo que no. Creí que la única que podía oírlos era yo. Estaban gritando, sus gritos me taladraban la cabeza. Y mientras Alexandra me cogía de la mano, vi el espírituno podía respirar del susto que me llevé, me quedé pálida y no hablaba. Me recuperé pronto y fue cuando el espíritu atacó a Alexandra. Fue cuando llegué a la conclusión de que los espíritus solo atacaban a las personas que no puede verlos ni oírlos. La llevé a un sitio de brujería, creía que tenía el espíritu dentro. La mujer me dijo que estaba inconsciente, pero que se recuperaría. Me dio unas pociones y llevé a Alexandra a su casa. Cuando íbamos de camino a su casa, conduje mientras Alexandra reposaba, tumbada, en la parte de atrás. Cuando pasamos por mi casa, la vi subida al techo, diciendo palabras extrañas, y girando la cabeza. El coche iba dando tumbos, así que cogí el volante para no tener un accidente y aparqué. Ella me cogió del cuello y fue cuando me di cuenta de que había muerto.

Estela Fernández Montero B




LA CUEVA DE LOS MUÑECOS

         Nos fuimos de viaje a pasar el fin de semana a una casa rural. Todos los años nos vamos con unos amigos y lo pasamos genial. Esta vez coincidió con el puente de Todos los Santos.
            Este año la casa estaba situada en una ladera rodeada de montañas. A ella se accedía por un camino bastante pedregoso. Teníamos que ir muy despacio para que el coche no se rompiese.
            Por fin llegamos a la casa. Era muy grande, con piscina, aunque al ser otoño no podíamos bañarnos. Tenía muchas habitaciones, una por cada familia con el baño dentro del dormitorio.
            Durante el día, el paisaje era precioso. Colores anaranjados, marrones, verdes de otoño. Había ciervos y los veíamos de lejos. Ellos se acercaban a la casa, pero por la noche.
            Al llegar la noche, oíamos la berrea de los ciervos y salimos a ver las estrellas. En la oscuridad brillaban los ojos de estos bellos animales cuando venían a la casa para ver si había algo de comer. Daba mucha impresión, pero era emocionante.
            El dueño de la casa nos enseñó los alrededores, y nos recomendó que hiciéramos algunas excursiones por la zona. Nos llevó en un coche todo terreno a ver los ciervos y les dimos bellotas para comer.
            También nos contó que cerca de la casa había una cueva, llamada la Cueva de los Muñecos, que tuviésemos cuidado con no perdernos por allí de noche. Cuando oscurecía, aquel lugar se volvía tenebroso y se oían ruidos extraños y gritos de terror.
            Empezamos a sentir miedo, sobre todo los niños, pero nuestros padres nos tranquilizaron diciéndonos que sólo era una leyenda.
            La noche del 31 de octubre celebramos la fiesta de Halloween. Todos nos vestimos de monstruos, fantasmas, diablesas… dispuestos a pasarlo estupendamente.
            Cenamos y bailamos. Una amiga y yo nos asomamos a la terraza. Veíamos brillar los ojos de los ciervos en la oscuridad y, de repente, las dos nos sentimos atraídas hacia una gran luz que observábamos en lo alto de una montaña.
            Nos sentimos hipnotizadas, como hechizadas y comenzamos a caminar hacia la luz.
            Nadie nos echó de menos, porque todos estaban entretenidos en la fiesta.
            Estuvimos andando alrededor de veinte minutos hasta que la luz era cada vez más grande y estaba más cerca de nosotras. A nuestro lado caminaban dos ciervos indicándonos el itinerario a seguir.
            La luz provenía de una cueva en la montaña. Los ciervos se pararon y de la cueva salió una mujer vestida de blanco, de unos sesenta años, rubia, que nos tendía su mano invitándonos a entrar.
            Mi amiga y yo nos miramos y decidimos entrar.
            En la entrada de la cueva había figuras de muñecos dibujadas. ¡Era la cueva de los muñecos de la que nos había hablado el dueño de la casa!
            Estaba todo iluminado con antorchas, se oían ruidos extraños, eco de voces y grandes risotadas.
            La mujer de blanco nos indicaba el camino y llegamos a una gran caverna.
            Nuestros ojos no podían creer lo que veían. Ni tampoco que nosotras estuviésemos allí, como poseídas, sin hablar, hipnotizadas.
            En la caverna había una gran luz roja, se oía una música tranquila, gente murmurando. En el medio, una persona invocaba a los espíritus al lado de una hoguera.
            De repente apareció una imagen fantasmagórica. Hicieron un ritual invocando al espíritu y el fantasma nos señalaba para que nos acercásemos.
            El espíritu levantó los brazos y en un minuto nos convirtió a todos en ciervos con los ojos rojos.
            La mujer de blanco nos acariciaba.
            Salimos de la cueva y dimos un paseo por la montaña. Era tarde, nuestras familias y amigos nos echarían de menos. En este momento empezaba a ser consciente de lo que estaba pasando. Quería volver, ya no estaba poseída. Pero, ¡era un ciervo con una gran cornamenta!.
            Me llevaban a pelear con otro ciervo, era mi amiga para luchar por el amor de una  mujer.
            Empecé a gritar, pero no me salía la voz. La mujer de blanco seguía acariciándonos. Se puso delante de nosotras y nos besó en el hocico. Nos volvimos a convertir en lo que éramos, personas. Nos empezaron a rodear y ahora sí podíamos gritar. Gritábamos y gritábamos y…
            Me desperté en mi cama de la casa rural. Mi madre me tranquilizaba diciéndome que estaba soñando. Bebí agua y seguí durmiendo.
            A la mañana siguiente, mi amiga vino a mi habitación. No nos dijimos nada, pero con la mirada nos entendimos. ¿Sueño o realidad?
            Está claro que aquella noche algo nos ocurrió, pero… ¿qué?
            No volveré a aquella casa, ni mucho menos a la cueva de los muñecos.
            Cuando volvíamos a casa, vimos dos ciervos en el camino que parecían decirnos adiós y a lo lejos una mujer vestida de blanco agitaba su mano despidiéndose y desapareciendo en el horizonte.
            Seguimos nuestro camino comentando lo bien que lo habíamos pasado, pero los ojos de aquellos animales no los olvidaré nunca.
                                               

Marta Talavera García-Carpintero.

EL PLAGIO CREATIVO

HH

La recreación de argumentos conocidos ha sido una de las técnicas de creación más poderosas y más utilizada por muchos escritores a lo largo de la historia. Reescribir una misma historia desde otra óptica significa crear nuestra propia versión a través de distintas estrategias de reconstrucción como incluir un final distinto, introducir nuevos personajes, cambiar el espacio y el tiempo, las anécdotas, las descripciones, los diálogos; modificar las intenciones de unos u otros, utilizar otros puntos de vista y hasta meternos nosotros mismos en su interior como un personaje más. De esta manera, la historia pasa a ser nuestra, por más que el argumento no haya sido inventado por nosotros.
Esta es la función que nuestros alumnos de 1º de E.S.O. han tenido que desempeñar en la actividad “plagio creativo” y estos son algunos de los resultados obtenidos de dicha actividad:

UN CUENTO CON DERIVADOS

Todo empezó aquel día en que se nos fue todo de las manos, cuando se descubrió que la magia de los cuentos existe…
Un día, el Señor Mago nos dijo que se iba de viaje a jugar al golf y nos dejó al mando de los cuentos para que todo siguiese su curso y el mal no triunfara sobre el bien. Pero, Mambo, que nunca se estaba quieto, empezó a jugar con la Balanza del Bien y el Mal y con la bola de cristal donde se ve el trascurso de los cuentos, hasta que tiró la bola al suelo y la tuvimos que arreglar con uno de los cetros mágicos. A partir de ahí la bola tuvo un defecto y es que todo lo que se ve tras ella se ve a una distancia de 15 metros. Además, por si fuera poco, esa misma noche era la fiesta del príncipe, celebrada para que pudiera elegir a su esposa, así que, todas las doncellas del reino tenían que ir a palacio para encontrarse con el príncipe. Pero, Avantasia, la madrastra de…… subió a la torre de palacio donde nos encontrábamos y nos quitó el cetro mágico para que su hija Ceni pudiera casarse con el príncipe Peter. Además, cuando Avantasia se hizo con el poder, llamó a todos los malvados de todos los cuentos (el lobo de Caperucita, el gigante de Pulgarcito, el lobo de los tres cerditos, etc.) y cuando los tuvo en su poder, organizó una fiesta celebrando que el mal había vencido por fin al bien.
Uno de los sirvientes, Kevin, que trabajaba en palacio, tuvo que someterse a Avantasia y a todos los demás malvados.
Un día, uno de los malos le preguntó a Kevin: 
-       Oye, chico. ¿Tú de qué bando eres: de los buenos o de los malos?. 
-       Yo, de ninguno. Soy libre…- Respondió Kevin. 
-       Yo que tú me lo pensaba dos veces. Será mejor que te alíes a nosotros, pues el bien está perdiendo y si alguien se entera de que te alías con el bien…- A continuación, el malvado hizo un gesto con la mano alrededor de su cuello, advirtiendo al chico que le cortarían la cabeza.

Kevin, al ver que le estaban amenazando, se fue corriendo a por su amiga Ceni, la hija de Avantasia, quien no había heredado la maldad de su madre y de quien estaba perdidamente enamorado.
Al llegar a ella, se la llevó al bosque junto a Mambo y el hermano de éste, Rambo, para estar a salvo.
En el bosque se encontraron una casita pequeña con ventanas y puertas también muy pequeñas. Se intentaron colar en ella para aislarse del peligro, pero, cuando lo intentaron, aparecieron los dueños de aquella casa ¡los siete enanitos! Kevin y sus amigos le explicaron a los siete enanitos todo lo que había ocurrido con Avantasia y ellos los dejaron entrar y reposar en su pequeña casita.
Los enanitos o eran tan tiernos como los pintan, eran luchadores, fuertes y tenían muchas ganas de pelear. Además, en su casa tenían un dispositivo de defensa: una especie de molinos que disparaban los minerales que se hallaban en las minas. Con esto, consiguieron despistar a los malos y Kevin y sus amigos volvieron al palacio para luchar con Avantasia, ahora que ésta estaba desprotegida.
Entre todo este lío, el príncipe que se casaría con Ceni, huyó del palacio y se fue a buscar refugio entre las montañas, así que Ceni ya no tenía motivo para volver al palacio y decidió marcharse. Pero Kevin, le dijo:
-       No puedes marcharte sola, es peligroso. No sabes a quién o qué te puedes encontrar ahí fuera.
-       Confía en mí, sé lo que me hago. Recuperad el palacio que mientras, yo, recuperaré al príncipe Peter y regresaremos allí. – Dijo Ceni.
-       ¡Pero yo no quiero que te cases con el príncipe!- Gritó Kevin, angustiado.
-       ¿Por qué no?- Preguntó Ceni, intrigada.
-       Pues…porque… ¡te quiero!

Ceni, al ver que Kevin le había confesado su amor, se quedó asombrada y, tímidamente, apartó la mirada y respondió:
-       Lo siento mucho, Kevin, pero tengo que ir a buscar a Peter.
Kevin, desolado, le respondió en voz baja:
- Está bien. No te preocupes.
Cuando Kevin se encaminaba a palacio con Rambo y Mambo, éstos no dijeron ni una palabra en todo el camino porque temían hacer enfadar o entristecer a Kevin.
Por otra parte, Ceni, mientras buscaba al príncipe, daba vueltas en su cabeza intentando averiguar si seguía queriendo al príncipe o si, en verdad, estaba enamorada de Kevin. Pero, de repente, algo se escuchó a lo lejos: ¡una escoba a motor! ¡Y ésta era conducida por Avantasia!
Ceni, asustada, se intentó escabullir, pero no dio resultado, pues Avantasia la capturó y se la llevó a palacio.
Por el camino, el príncipe Peter y Kevin se encontraron y se unieron para salvar a Ceni de su malvada madre. También se unieron a ellos Mambo, Rambo y los siete enanitos, así que consiguieron vencer al mal y reconstruir los cuentos para que todos ellos tuviesen un final feliz.
Cuando todo esto acabó, Ceni y Kevin se casaron, el príncipe Peter encontró a otra princesa y Rambo y Mambo dejaron de hacer trastadas para no meterse en ningún lío con el Señor Mago, quien, al final, nunca descubrió todo el desastre que habían ocasionado.

Ángela Ayuso, 1º E.S.O.

Negralluvia

En un cercano país vivía una vieja reina que estaba muy feliz porque no tenía hijos.
Un día de tormenta, la vieja reina tuvo una pesadilla donde tenía una hija tan fea como un mono. Después de dos otoños su pesadilla, por desgracia, se hizo realidad: nació Negralluvia.
La reina envejecía aún más viendo crecer a su hija, quien tocaba la guitarra eléctrica todas las tardes, no estudiaba, sacaba malas notas, etc.
Un día, ocurrió una alegre desgracia, la reina no podía soportar más los malos comportamientos de su hija y se suicidó. A partir de ese momento, Negralluvia fue muy feliz, sólo derramó dos lágrimas (pelando cebolla…).
El rey se casó entonces con una amable mujer que hacía estudiar y dejar la guitarra a Negralluvia, diciéndole:
-      Todos los días tienes que estudiar y dejar de un lado la dichosa “guitarrita”.
Además, la pobre y humilde reina se creía fea y vieja y un día acudió a su espejito para confirmar que así fuera:
-      Espejito, espejito, ¿quién es la más bonita de este reino?
-      Antes era Negralluvia, pero ahora eres tú, mi reina.
-      ¡Oh, espejito! Te equivocas: yo soy más fea.- Respondió la reina, enfadada.
Al día siguiente, Negralluvia desapareció y se marchó por el bosque dejando la siguiente nota:
-      “Madrastra, estoy harta de que me mandes estudiar y no me dejes tocar la guitarra, así que me voy del palacio para siempre. Adiós”.

La reina, deprimida, buscó al capitán de la guardia y le hizo el encargo de buscar a su hija, a lo que el capitán se negó, diciendo:
-      Mi reina, esto es muy peligroso…
-      Es por razones de estado- Dijo la madrastra, enfadada.

Aún así, el capitán, que era muy asustadizo, no aceptó el encargo de la reina y desapareció del reino.
Negralluvia, mientras tanto, se encontró una casita en el bosque habitada por siete heavies. Cansada, entró en las habitaciones y se durmió en la cama más negra de las siete.
Ese mismo día, por la mañana, mientras Negralluvia seguía durmiendo, los siete heavies entraron a la casa después de haber tenido una gran actuación musical. Éstos, al ver dormida a Negralluvia, buscaron rápidamente un enchufe donde enchufar una de las guitarras y Negralluvia, de un salto, se levantó, y uno de los chicos pregunto:
-      ¿Quién eres, tía?
-      Soy Negralluvia, hija del rey y de la reina, pero me he escapado de palacio, ¿puedo vivir con vosotros?

Todos los chicos dijeron que sí, encantados.
Cuando pasó un tiempo, la casa estaba negra, no sólo por la pintura de las paredes, sino por la suciedad, porque ni Negralluvia ni los siete heavies sabían limpiar.
Mientras, en el castillo, la pobre reina lloraba y lloraba al ver que ningún capitán aceptaba la misión de buscar a su hija, así que, un día, preguntó a su espejito si sabía dónde estaba su hija y éste le contestó:
-      Negralluvia vive con los siete heavies del bosque, mi reina.
La reina, alegre, corrió hacia la cocina y encontró una pera que utilizaría con Negralluvia para demostrarla que la quería y que le gustaría que regresara con ella. Poco después, la reina cruzó el terrible bosque hasta llegar a la casa de los siete heavies. Al ver que éstos se marchaban, la reina llamó a la puerta “toc, toc”.
-       Sí, ¿quién es?- Preguntó Negralluvia.
-       Traigo una guitarra para Negralluvia- Respondió la reina, disimulando ser otra persona.
-       Ahora abro- Respondió Negralluvia, entusiasmada.
Negralluvia, confiada, abrió la puerta, pero ante su sorpresa…
-       ¡Madrastra! ¿qué haces aquí?.
-       Toma, hija mía. Te traigo esta fruta para demostrarte que quiero que vuelvas conmigo y con tu padre al castillo.
-       Dame eso y vuelve por donde has venido. ¡Adiós!- Gritó Negralluvia cogiendo la pera y cerrando la puerta.
Negralluvia dio un bocado a la fruta sin saber que se trataba de una pera y ella era alérgica a ellas. Negralluvia murió al instante.
La pobre reina, sin saberlo, causó la muerte de su hijastra y, desconsolada, murió de pena. 

Cristina Díaz, 1º E.S.O.

Gritel y Hünsel

En una gran mansión, al lado de un pequeño, pequeñísimo bosque, vivía un rico leñador con su mujer y sus dos hijos: el muchachito se llamaba Gritel y la muchachita Hünsel. Tenían muchísimo para comer y el reino vivía en la opulencia. Los padres de Gritel y Hünsel querían todo lo que tenían para ellos, así que decidieron deshacerse de sus hijos.
Una noche, estuvieron pensando su malvado plan:
-       Tenemos que deshacernos de ellos, son un estorbo. Mañana por la mañana les mandaremos a por leña y los dejaremos en un sitio apartado del bosque donde no sepan volver.- Dijo la madre.
-       No, habrá que dejarlos más lejos…Y sin ninguna pista para poder volver. – Dijo el padre.
-       Le daremos una alita de pollo a cada uno y con eso se alimentarán. – Dijo malvadamente la madre.
-       Y también algo de chuches para que les entre dolor de tripa. – Afirmó el padre.
Y así hicieron. Sobre las doce iban camino del pequeño, pequeñísimo bosque junto a sus hijos.
-       Gritel, Hünsel. Os dejamos aquí para que recojáis un poco de leña, que esta noche hará frío. Tomad una alita de pollo para cada uno y unas cuántas chuches para alimentaros. Y ahora, quedaos aquí que por la tarde vendremos a por vosotros.- Les dijo su madre, dándole las instrucciones.
Tras un largo rato, los muchachitos se durmieron y, al despertar, el muchachito se percató de que estaban solos y que sus padres los habían abandonado.
-       ¡Hünsel, despierta! Papá y mamá no han venido y ya es de noche… ¡Al fin nos deshicimos de ellos!- Comentó Gritel alegre.
Al oír esto, los hermanos saltaron de alegría y cantaron adentrándose cada vez más en el bosque.
Al amanecer, llegaron a una casita un tanto rara y extraña construida con hortalizas y frutas. Las paredes estaban hechas de remolacha, el tejado de zanahorias que le daban un llamativo color naranja, las ventanas de tomate, los árboles de brécol…Además, antes de llegar había un camino muy peculiar lleno de rodajas de pepino.
Los niños estaban encantados, pues les encantaban las verduras, así que empezaron a comer sin parar hasta que salió una joven con cara de lechuga diciendo:
-       ¡Insignificantes niños! ¿qué hacéis comiéndoos mi casa? – Dijo la joven bruja.
-       Es que estamos tan hambrientos…- Dijo la hermana mayor, Hünsel.
-       Pasad, pasad, queridos niños. Acomodaos y comed todo lo que queráis. ¿Os apetece un riquísimo zumo de tomate?, ¿o tal vez una brocheta de hortalizas?.
Los muchachitos comieron hasta sentirse completamente llenos. Se habían comido todo y querían quedarse con la casa, pero había que idear una forma de echar a la joven bruja.
-       ¡Gritel, ven, corre!
-       Ya voy, Hünsel. ¿Qué ocurre?
-       Tengo un plan…Si nos deshacemos de la joven bruja y nos quedamos con esta casa… ¡jamás tendremos que volver con papá y mamá!
-       ¡Tienes razón!, pero ¿cómo la echamos de aquí?.
-       Pues…tendremos que hacer “brujita al horno”.
-       Sí, esa sería la mejor solución. Diremos que nos haga un pastel de tomate y zanahoria. Cuando lo esté cociendo, la empujamos y… ¡todo listo!
Los muchachitos propusieron a la bruja que hiciera el pastel de zanahoria y tomate y la bruja aceptó.
Cuando la bruja estaba en el horno, los malvados y avariciosos muchachitos la empujaron y el plan salió a la perfección. Sin embargo, hubo un pequeño fallo…Pasaba por allí la policía cuando olieron a quemado, llamaron a la puerta y los muchachos se escondieron, pero no les sirvió de nada, porque los policías derribaron la puerta, los encontraron y adivinaron lo que habían hecho.
Después de esto, los metieron en la cárcel, pero al final los hermanos se libraron, pues contaron que sus padres los dejaron abandonados y sin alimento en el bosque.
Y colorín, colorado… ¡Hünsel y Gritel, se salvaron!
Irene Camacho, 1º E.S.O.


LA DEUDA DE LOS TRES CERDITOS

En una ciudad llamada Porcolandia, vivían tres albañiles. Aunque los tres eran cerditos, su trabajo era muy distinto: Porcopino sólo construía casas de madera y tablas, porque no tenía suficiente dinero para construirlas más fuertes. Las suyas eran casas baratas y duraban muy poco; Porcoteja, el segundo, sólo construía casas de ladrillo, él tenía más dinero, pero le pidió un poco al banco. Eran casas más caras que las de Porcopino. El último de los cerditos, Porcorroca, construía casas de piedra, roca y hormigón, tenía más dinero que todos sus hermanos, pero aún así tuvo que pedir bastante dinero al banco. Muy pocos eran los que podían permitirse una casa de Porcorroca y era una lástima, porque esos edificios eran muy resistentes y duraban bastante tiempo.
Los tres hermanos vivían muy cerca unos de otros y vivían muy bien en sus casas, hasta que un día…
Toc, toc, toc…(sonó la puerta de Porcorroca)
-       ¿Quién es?-Contestó Porcorroca.
-       ¡Abre la puerta! Me debes mucho dinero y he venido a cobrarlo.
Porcorroca, muy asustado, se fue por la puerta de atrás a casa de su hermano Porcoteja, sin que el banquero lo viese.
Un rato después, el banquero acudió a la casa de Porcoteja:
Toc, toc, toc… (sonó la puerta de Porcoteja).
-       ¿Quién es?- Contestó Porcoteja.
-       ¡Abre la puerta! ¡Me debes mucho dinero y lo quiero ya! Además, sé que tu hermano Porcorroca está ahí, y al igual que tú, me debe mucho dinero.
Al oír esto, los dos hermanos se fueron sigilosamente por la ventana de atrás y huyeron a casa de su hermano Porcopino.
Toc, toc, toc… (sonó la puerta de Porcopino).
-       ¿Quién es?- Contestó Porcopino.
-       Soy el banquero de Porcolandia y vengo para que pagues tus deudas.
-       Lo siento, pero yo soy el hermano más pequeño y el más pobre, además yo no debo dinero a nadie y menos al banco. Hice esta humilde morada con mis propias manos y no necesité el dinero de nadie.
-       Pero no sé dónde están tus hermanos y ellos sí me deben mucho dinero.
-       He dicho que no sé dónde están.
-       No mientas, Porcopino…O esto traerá graves consecuencias…
Al cabo de un tiempo, inesperadamente, el banquero quemó las casas de los tres hermanos.
Este hecho les dio una lección a los cerditos: no se puede pedir dinero si después no se puede devolver.
Clara García, 1º E.S.O.