El taller literario, el placer de escribir
Otro de los tantos proyectos emprendidos por el I.E.S. Fray Andrés es la creación de un taller literario, un conjunto de actividades destinadas a todos los alumnos del Centro basadas en la producción de textos de intención literaria. Estas actividades se centran en las características más lúdicas y estéticas de los textos, así como en el desarrollo de la creatividad y las capacidades artísticas del alumno. Un ejemplo de ello son los poemas vanguardistas, los relatos de miedo y las historias escritas a partir de microcuentos.
Con esto esperamos que nuestros alumnos sientan la motivación de escribir y el placer de elaborar un mensaje original sin otro afán que la satisfacción personal al aprender y disfrutar aprendiendo.
A continuación, podemos leer una serie de actividades de nuestros alumnos supervisadas por la profesora del Máster, María Isabel, dentro de su proyecto de innovación.
A continuación, podemos leer una serie de actividades de nuestros alumnos supervisadas por la profesora del Máster, María Isabel, dentro de su proyecto de innovación.
POESÍA DE VANGUARDIA
Las vanguardias (o ismos) son manifestaciones artísticas nacidas a inicios del siglo XX que pretenden innovar y romper los moldes precedentes. Entre sus características cabe destacar: las imágenes irracionales, la incoherencia sintáctica, la disposición especial de los versos formando figuras (caligramas), la exaltación de las tecnologías, la velocidad y la violencia…la originalidad ante todo. Las vanguardias más representativas son el expresionismo, el futurismo, el cubismo, el dadaísmo y el surrealismo.
Los siguientes poemas dan cuenta de algunos de estos movimientos de la literatura vanguardista explicada en clase; y surgen de la libertad de expresión y creación que caracteriza a este tipo de literaria.
POEMAS SURREALISTAS
UTOPÍA
Porque tus ojos son como pequeños niños,
llorando en los brazos de sus madres
por no poder volar,
por no poder tocar los aviones en lo alto del cielo,
ni poder probar el dulce sabor de las nubes.
Porque tu sonrisa me hipnotiza,
y no se compara con la belleza del punto justo
en el que el resplandor del ocaso te enamora.
Porque te miro
y me vienen a la cabeza recuerdos de mi infancia,
y de las calles ahora sombrías en las que paseaba
acompañado únicamente de la suave brisa del viento
y de la muy presente luminosidad
que el sol en su auge me otorgaba.
Porque la hermosura de tu pelo,
inalcanzable, como una estrella,
inalcanzable, como el horizonte
que con todo su esfuerzo,
e inmensos mares de sangre y lágrimas,
son una verdadera y amarga utopía.
Y ruego, sueño, pido e incluso imploro,
pero únicamente consigo pesadillas,
que solo se podrían transformar en fantasías
con ilusiones,
ilusiones ahogadas en los susodichos mares agrios.
ilusiones ahogadas en los susodichos mares agrios.
Eduardo López, 4º ESO A
En el patio vacío
Agonía que me recuerda a los musgos florecer
cuando las águilas posan sus arrugadas manos
en el filo de la flor marchitada
por el caluroso invierno.
Antes del anochecer, cantan los lobos
hasta que sus lenguas de fuego
rozan el suelo del profundo mar
abatido por los peces.
El ataque violento de la luna
donde la noche se olvida de todo
hasta del brusco cantar de los osos
hace desaparecer las diminutas perlas
que se encuentran posadas en tu cabeza
en noche de festejo.
Al lado de la chimenea,
iluminada con fuego de agua,
al frente de una lámpara de corazón roto,
surgen las sombras del efímero silencio;
rodeada de libros
se encuentra la silla de cinco patas
en el mismo estado de hace siglos.Nazaret Rodríguez, 4º ESO A
El fluir de tus cabellos,
el gusto de tu boca sobre un desierto excitante
del que un escorpión no sabría salir.
Eres el sueño de todo hombre,
solo por tus perversos, emocionantes y dolorosos pensamientos
que vienen del terreno más hostil entre el cielo y la muerte.
Solo cuando me besas, siento el sabor de lo dulce y lo amargo,
como si de un bombón de licor se tratase.
Hermosa, eso es lo que te define,
porque con la simple perfección de tu boca sonriendo a la luna,
se puede contemplar la primera carcajada de un niño al nacer,
del sol que aparece cada día por el mar, y desaparece entre las nubes,
con esa preciosa melancolía entre sus rayos.
Santiago Sánchez, 4º ESO A
Todos los días nos despertarán los susurros del mar
que vomita lava sin cesar, lava verde que se funde con los valles
formando cordilleras montañosas
que dentro de unos años serán bonitos peluches de cartón y tesafilm.
El tesafilm usado será ramas de los árboles
de los que se cuelgan monos araña que tienen bonitos trajes de boda.
La novia es un hipopótamo azul y rojo color granate
que come granadas sin cesar con su cáscara de mandarina y su sabor a pera.
Las granadas son expulsadas por las nubes grandes y esponjosas
con sabor a chocolate negro y rancio extraído
de la planta de las palomitas de maíz
que se usan para ver películas sentimentales
como el despegue de un barco por el cielo azul.
Pablo Pérez Ruiz, 4º ESO A
POEMAS CUBISTAS (CALIGRAMAS)
Pablo Pérez Ruiz (4º ESO A)
POEMAS FUTURISTAS
Oda al teléfono
Alabado tú, mi teléfono,
tan blanco y frío como la nieve,
de vida a la vez tan vacío y tan lleno;
esa vida que haces que hacia mí regrese
cada vez que te descuelgo.
Y oigo, tan cerca en la distancia,
las voces que me transportan hasta mi infancia.
Alabado tú, mi teléfono,
y alabada esa dulce contradicción:
odio, cuando tu estridente sonido
me hace correr en tu dirección;
amor, cuando tu dulce palpitar
me hace sentir, creer, pensar,
que me llevarás de nuevo hasta mi lejano hogar.
Alabado tú, y sólo tú,
que al hacerme llorar y reír,
tan feliz me haces sentir.
Raquel Mendoza Guillén, 4º ESO A
EL CUENTO DE TERROR
Tras haber leído varios relatos de terror (“El cuervo” y “El corazón delator”) del famoso relator Edgar Allan Poe en las sesiones de lectura, cuyos ambientes misteriosos y terroríficos han logrado captar y mantener el interés y el entusiasmo del alumno, se ha planteado una actividad que consiste en redactar un relato de terror. Aquí os dejamos algunos de los relatos más originales y creativos de nuestros alumnos de primer curso de E.S.O.
Noche de invierno
Los números perdidos
¡Hola, soy Clara! Vivo en un pequeño pueblo que se
sitúa muy cerca de Nueva York. Aunque no lo creáis, en mi pueblo ha habido
durante bastante tiempo efectos paranormales. Ahora os voy a contar una de las
muchas historias de miedo y tragedia que han ocurrido en mi pequeña localidad.
Era una de las muchas y relajadas noches de
invierno, menos para los Tendclim, que siempre andaban con trifulcas. Los
Tendclim eran padre e hijo. Mac, el hijo, tenía 14 años aproximadamente y en el
pueblo e instituto lo tomaban como un chico empollón y verdaderamente raro. El
padre siempre regañaba a Mac, se tiraba casi un día entero metido en su
habitación escribiendo álgebra y números como loco. El padre trabajaba fuera y
el tiempo libre lo dedicaba a la elaboración de mapas y proyectos. El padre, la
mayoría de las veces, estaba enfadado con Mac, y con razón: dejó de ser un
chico sobresaliente a ser un chico suficiente. Mac quería ser como los demás,
aunque seguía teniendo esa afición de escribir números perdidos.
Mac empezó a ser malote, y como a su padre no le
hacía demasiada gracia, empezaron cada vez más a pelearse. Se me olvidó decir
que los Tendclim odiaban al vecino de enfrente, por las deudas que tenía con el
padre de Mac. Aunque padre e hijo se llevaban realmente mal, él tenía mucho
rencor al vecino, por lo del padre y porque Mac había estado saliendo con la
hija del vecino, y la chica lo abandonó porque el vecino no quería nada con los
Tendclim. Mac, guardaba muchísimo rencor. Tantas veces le había golpeado el
mundo que quería hacer algo realmente terrorífico para calmar su alma de
espectro.
Mac iba todas las noches como una sombra sin
corazón a la casa de Charles, el vecino. Hacía ruidos con las puertas, en las
persianas, en el suelo…. Charles estaba realmente preocupado y tuvo que ir a
visitar a su psicóloga, Angy Fernández. Angy le dijo que no se preocupara, que
podían ser cosas de su imaginación. Pero todas las noches ocurría lo mismo.
Mac, en su habitación y a escondidas del público,
seguía siendo un niño sobresaliente y matemático.
Una de las noches que su padre se acostó temprano,
se sentó en su pupitre y empezó a escribir muchísimos números a toda pastilla;
números, números…. Así se pasó toda la noche.
A los pocos días empezaron a rondar espíritus por
las calles del pueblo, eran blancos y sin alma. Asustaban a la gente con gritos
y aire fresco y frío en las casa, con sus voces frías y delgadas. En una de
esas intervenciones la hija de Charles, Olivia, iba corriendo por la calzada y
le atropelló un coche. Después fue el cadáver de su madre hacia a ella y le
estrujó y golpeó el cráneo. Se la llevó consigo al cementerio de las ánimas.
A la semana Charles salió de su casa y se llevó su
habitual y estropajoso coche al trabajo. Hizo y mandó papeleos a oficinas y
empresas. Encontró en su despacho de Nueva York una hoja llena de números
incorregibles y raros. Era la misma hoja que tenía Mac en su casa. De pronto,
notó un aire fresco en su cabellera, pero pasó del tema.
Después de comer, volvió a coger el coche para ir
al museo y después de vuelta al pueblo. En el museo encontró, encima de un
estante, la hoja de números; se extrañó
muchísimo.
Al volver a casa hubo un accidente de coches, en el
que casi choca él. Aunque se le pinchó una rueda y empezó a nevar. Cuando
cambió la rueda y se puso en camino, se deslizó por las grandes y temibles
placas de hielo que se encontró en la calzada. Llegó sano y salvo, pero
llorando por la muerte de su hija.
Al día siguiente se fue a trabajar en el metro de
Manhattan, ya que le tocaba turno de noche. En el metro suele haber mucha gente
y ¡claro!, ¡cómo no! se cometen robos e injusticias.
Charles iba a coger el metro de las doce cuando vio
a una mujer traumatizada por el dolor y el miedo. Le habían robado su bolso, la
habían tirado al suelo, y le habían robado a su hija. Estaba traumatizada.
Charles la intentó ayudar en todo lo que pudo pero era demasiado tarde el
hombre enmascarado había huido.
Sin querer, la mujer, como estaba tan nerviosa, se
acobardó y además parecía el demonio en persona. Era verdad. La mujer sufría un
exorcismo múltiple y crónico. Sufría rabias, se rajaba el cuerpo, decía
barbaridades y estuvo a punto de suicidarse. Cuando aquella mala bruja, tiró a
Charles a la vía del metro, justo cuando venía un tren. Éste le cortó un brazo,
una pierna y sufría un gran dolor de cuerpo. Todo eso a él le empezó a aparecer
demasiado raro: hoja de números, fechas….
Charles tuvo que coger un autobús de vuelta a casa,
ya que no se podía mover. Cuando llegó a su casa encontró en la ventana un
llavero en el que ponía: “Te voy a matar por el daño que me has causado,
Charles”. Él no le dio demasiada importancia. Cuando subió las escaleras, fue al cuarto de su hija a limpiar la habitación,
él no había subido desde la muerte de su hija. Notó un aire frío y distante, no
le dio nada de importancia. Pero la puerta de la habitación se cerró de golpe,
él intentó abrir pero no podía, se había quedado encerrado. Ya agotado, miró
desde el cristal de la habitación cuando, de repente, se le apareció un
espíritu, pegó un grito y un salto, llamó a la policía de la urbanización y tardaron
en llegar 1 hora y media. Charles se estaba empezando a poner nervioso e
histérico a la vez, hasta que echaron la puerta abajo y le tranquilizaron.
Charles estaba harto de aquellos sucesos tan
extraños. No podía hacer su vida normal. Mientras, Mac, se reía a carcajada
limpia de los sucesos que creemos que él los está fabricando.
A los pocos días, Charles se fue a la piscina
municipal para empezar a dar sus cursos de natación. Cuando terminó de nadar en
los cursos de natación, casi se resbala por el suelo y se cae. Al pasar a los
vestuarios, estaba todo lleno de agua, cuando de repente se dio con el enchufe
del vestuario y se electrocutó. Menos mal que había un hombre cerca de él para
poder socorrerlo y llevarlo al hospital, ya se estaba empezando a asustar de
tanta cosa rara.
Al día siguiente fue a hablar con el padre de Mac
por si sabía algo del tema de aquellos sucesos extraños, pero el padre le dijo
que su chico sobresaliente no había hecho nada. Entonces Charles se fue.
Al día siguiente, Charles se fue al trabajo. Todo
era normal hasta que vio en el cristal de su ventana: “Te voy a matar Charles,
lo voy a hacer pronto”.
Charles se quería cambiar de ciudad, pero su hija se lo impedía.
Cuando salió del trabajo se fue a coger un avión para tratar asuntos de
trabajo. A la hora de estar en el aeropuerto oyó un estruendo: había habido un
accidente nuclear en las pistas del aeropuerto, eran unos terroristas implicados
en un accidente nuclear. Todo salió volando y Charles también, esa vez no se
libró del accidente. Murió en el acto.
Mac se alegró. El padre de Mac subió a su
habitación y cogió una hoja llena de números; el padre la miró y remiró y al
final llegó a la conclusión de que las fechas coincidían con las horas de los
actos en las que el padre de Olivia había estado implicado.
A las pocas horas, el padre falleció… Y así acabó
la historia de los Tendclim.
Clara García
Sillero, 1º ESO B
LA MALDICIÓN DE JUAN
Juan es un hombre de negocios que ha
triunfado en la vida. Un trabajo que le permite vivir muy bien, y una familia
con dos hijos, respetada por sus vecinos.
Un día en una comida de negocios, Juan
bebió alcohol mientras realizaba sus negocios, sin darse cuenta que tenía que
volver a casa con el coche.
María estaba en un parque conversando
con otras madres mientras sus hijos jugaban: unos con el balón y otros en los
columpios. El balón salió despedido del parque por una patada que le dio un
niño, con tan mala suerte que fue hacia la carretera.
Juan iba para su casa en el coche,
después de la comida, sin apenas poder atender al tráfico, por el alcohol que
había bebido. Los ojos se le cerraban, daba “volantazos”, golpeó un contenedor
de basura y pisó el bordillo de la acera varias veces.
El hijo de María corrió tras el balón,
preocupado por cogerlo, sin ver si venían coches. Justo al parar la pelota con
el pie y agacharse para cogerla, Juan se aproximaba por la carretera con el
coche, sin ver al niño. Después de golpearle, frenó y vio al niño tumbado en la
calle, sin conocimiento y con mucha sangre a su alrededor, asustado salió a
toda velocidad. María se acercó a su hijo, mientras sus amigas llamaban a una
ambulancia. Al llegar al niño se dio cuenta que no respiraba y de que su
corazón no latía. Mirando hacia el coche que se alejaba a gran velocidad, dijo:
“Te
maldigo y maldigo a tu familia y te deseo que tú y los tuyos terminéis vuestros
días como mi hijo”.
Un periodista, que circulaba con su
coche por la misma calle, paró y vio todo lo ocurrido. Al día siguiente lo
publicó en su periódico con todos los detalles, sin poder decir quién fue el
conductor, pero sí el dolor de María.
Juan compró el periódico y buscó las
noticias de sucesos, comprobando que relataban el suceso, pero que el coche que
se dio a la fuga no era identificado. Se asustó al leer la maldición que lanzó
la madre del niño y que el periodista pudo escuchar y publicar.
Guillermo, hermano de Juan, era el
encargado de la perrera municipal, donde terminaban todos los perros
abandonados en la ciudad. Ese día notó que todos los perros estaban muy
nerviosos, ladrando todo el rato, sin saber porqué. Cuando llegó la hora de dar
de comer a los animales, abrió la jaula, como todos los días, los perros más
grandes comenzaron a acercarse a él, gruñendo y con los dientes apretados.
Consiguieron rodearlo, Guillermo empezó a asustarse, a pesar de haber dado de
comer a esos animales cientos de veces y de haberlos cuidado, lavado y
acariciado. Toda la confianza que tenía la perdió con el extraño comportamiento
de los perros. Intentó hablar para calmarlos, pero al abrir la boca se
abalanzaron sobre él, devorándolo en pocos segundos.
Al día siguiente Juan y toda su familia
asistieron al entierro de Guillermo. Juan sólo pensaba en el atropello del niño
y en la noticia del periódico, que recogía la maldición de la madre. Intentaba
relacionar la muerte de su hermano con esa maldición pero no se lo podía creer.
Su coche estaba en la cochera y no quería sacarlo, por si fue visto por
alguien. Además tenía el golpe del niño y restos de sangre seca. Los dos hijos
de Juan y su mujer fueron al cementerio en autobús, con la excusa de tener el
coche averiado. Salieron del cementerio y esperaron el autobús de vuelta. En la
parada, los dos hermanos se pusieron a empujarse, jugando a quién era más
fuerte. Juan, preocupado, con sus pensamientos en otro sitio, se sentó, con la
cabeza agachada, pasándose constantemente las manos por la cara. La mujer de
Juan vio cómo se acercaba el autobús y regañó a sus hijos por su comportamiento,
diciéndoles: “dejad de empujaros, que ya viene el autobús”. Los niños esperaron
cerca de la parada. Cuando apenas quedaban unos metros para que parase el autobús,
uno de los niños, confiado en que iba a parar donde él se encontraba, bajó el
bordillo de la acera mientras hablaba con su hermano. El conductor del autobús
pisó el freno, pero el pedal estaba en el suelo y no respondía. Nervioso, tocó
la bocina insistentemente, pero el niño nunca pensó que era por él. Juan, al
escuchar la bocina insistentemente, levantó la cabeza como si supiera que algo
terrible iba a pasar. Gritó a su hijo levantándose del asiento, pero el autobús
llegó a la altura del niño arrollándolo, sin que su padre y su madre pudieran
hacer nada por su hijo.
La noticia no fue recogida por ningún
periódico, pero sí por la televisión local de la ciudad. En titulares pusieron:
“Un hombre entierra a su hermano y después asiste al atropello de su hijo”.
Pasaron varios días y Juan no iba a
trabajar, tampoco salía de su casa. Sólo pensaba en la muerte de su hermano y
de su hijo, y lo relacionaba con la noticia que días atrás leyó en el
periódico, donde una madre, a los pies de su hijo muerto, lanza una maldición
sobre el conductor, que le quitó la vida a su hijo. Decidió ir a limpiar la
sangre seca que todavía había en el coche, para así, irse olvidando de lo
sucedido. Consiguió reunir fuerzas para acercarse a su coche y limpiar la
sangre seca del atropello. Después fue a un taller para reparar el golpe.
Apenas dormía y casi no comía, no se aseaba. Su mujer no le hablaba, porque le
culpaba de la muerte de su hijo, por no querer sacar el coche para ir al
cementerio.
Pasaban los días, y Juan estaba obsesionado
con cuidar del único hijo que le quedaba, Miguel. Con su mujer apenas hablaba.
No dejaba salir de casa al hijo y lo acompañaba al instituto, todos los días
andando, a pesar de tener 18 años y estar las clases a unos dos kilómetros.
Cuando dieron las vacaciones de verano,
la mujer le dijo a Juan que quería el divorcio por la situación que estaban
viviendo. Para que el hijo no se enterara de nada y no presenciara las peleas
de sus padres, lo enviaron a casa de sus primos gemelos, de su misma edad, con la
cuñada de Juan. Tenían una casa en la playa, donde pasaban todos los veranos.
Aunque la cuñada de Juan, Sara, no quería ir por estar muy cerca la muerte de
Guillermo, decidió ir para poder olvidarse de todo.
Cuando llegó el primer fin de semana,
en la playa, los primos de Miguel organizaron, como todos los veranos, una cena
en la playa con todos los amigos. Estuvieron comiendo y bebiendo. Cuando
terminaron con toda la comida y bebida que habían llevado, decidieron ir al
pueblo a unos cinco kilómetros a terminar la fiesta. Miguel no quería ir, pero
sus primos lo convencieron. Salieron en cuatro coches, en el último iba Miguel
con sus primos gemelos y la novia de uno de ellos. La carretera no tenía
tráfico, y menos a las doce da la noche, pero era muy estrecha y la noche era
muy oscura. Tenía muchas curvas. Los cuatro iban hablando y riendo y uno de los
hermanos le dijo al otro, que iba conduciendo, que acelerara porque los otros
coches se estaban alejando demasiado. La carretera serpenteaba, subiendo la ladera
de la montaña que separaba la playa del pueblo. Cuando llegaron a lo alto del
puerto, comenzaron a bajar la montaña y ya se veían las luces del pueblo. El
coche comenzó a acelerarse, con la bajada. Al conductor cada vez le costaba más
tomar las curvas bien. Iba invadiendo el carril contrario constantemente. Al
llegar a la curva más cerrada, el coche se salió de la carretera y bajaba a
gran velocidad por la ladera de la montaña, levantando piedras, y rompiendo
pequeños arbustos y plantas. De pronto se estrellaron contra un pino robusto.
Los cuatro jóvenes murieron en el acto por la brutalidad del golpe y por no
llevar puesto el cinturón de seguridad.
Los amigos habían llegado al pueblo,
estaban esperando en la puerta de una discoteca. Uno de ellos se preocupó
porque ya habían pasado más de 30 minutos, desde que llegaron y volvió. Iba muy
despacio. Vio una luz a unos 200 metros de la carretera. Era la luz derecha
trasera del coche siniestrado. Pronto se dio cuenta de que algo malo les había
sucedido a sus amigos. Antes de bajar llamó a la policía.
Llegaron dos ambulancias y dos coches
de la policía. Al poco tiempo se acercaron vecinos del pueblo, otras dos
ambulancias y coches de bomberos. Nada pudieron hacer por los cuatros jóvenes.
Sara estaba dormida cuando sonó el
timbre de la puerta. Antes de abrir, se asomó a la habitación de los gemelos y
la encontró vacía. Su cara era de horror, mientras se acercaba a la puerta.
Cuando abrió y se encontró a la policía, se desmayó sabiendo que la noticia no
iba a ser buena.
Juan y su mujer estaban dormidos,
cuando sonó el teléfono. Lo cogió Juan que llegó primero. Cuando contestó,
escuchó una breve conversación y soltó el teléfono, pegando después un grito de
desesperación. Un coche de la policía estaba en la puerta esperando al
matrimonio para llevarlos a reconocer a su hijo.
La noche se hizo larga, pero el día
siguiente fue más largo aún para los familiares de los fallecidos. Ya por la
tarde Juan contó a su mujer lo sucedido meses atrás con el atropello mortal en
el que intervino, y lo que pudo leer al día siguiente en el periódico. Su mujer
no se lo podía creer y salió corriendo del tanatorio sin esperar a que Juan le
siguiera contando. Una vez fuera se encontró con Sara, desconsolada y sin parar
de llorar. Le contó todo lo que Juan le había dicho. El rostro de Sara se
endureció pensando en todo lo ocurrido semanas atrás.
Las dos mujeres se dirigieron hacia
Juan y voceándole las dos a la vez, después de echarle en cara todo lo
sucedido, le dijeron que tenía que ir a hablar con la madre del niño
atropellado, para que la maldición no siguiera, y entregarse a la policía.
Al día siguiente, después del entierro
de los jóvenes, Juan se dirigió hacia la casa de María, madre del niño
atropellado. Juan le contó todo, desde el atropello de su hijo hasta lo
sucedido con su familia desde entonces. María comenzó a llorar, pero pronto se
dio cuenta de todo lo que le estaba pasando a la familia de Juan, y apenas sin
poder hablar, perdonó a Juan, más por la pena que le daba.
Sara siguió a Juan hasta casa de María
y aparcó el coche cerca de la vivienda, seguía llorando. Cuando vio que Juan
salía de casa de María, dirección de la comisaría de policía para entregarse,
al ir a cruzar la calle, Sara aceleró su coche golpeando a Juan, dejándolo sin
conocimiento en medio de la carretera, se bajó de su coche y encima de él,
sangrando, empezó a maldecirlo, hasta que llegó la policía y se entregó.
Juan murió al llegar al hospital y Sara
fue llevada a la comisaría de policía.
El periodista que escribió la noticia
del primer atropello, se interesó por los sucesos y antes del juicio de Sara,
publicó en su periódico todos los datos que fue recogiendo. Para el periodista
la maldición existía y así lo escribió. Sara terminó en un hospital para
enfermos mentales.
María se culpó por los sucesos, y nunca
más volvió a salir de casa, solo para ir al cementerio a visitar la tumba de su
hijo. La mujer de Juan vendió la casa y se fue a vivir con sus padres muy lejos
del pueblo donde vivía.
Jesús Cabañero Fernández 1º ESO B
Noche de invierno
Estaba yo, inconsciente y aturdido. De
repente, un escalofrío. Después algo más, no sabría decir qué. No encontraba la
manera de liberarme de él. Algo habitaba en mí, algo diabólico y espeluznante.
No sé si serán imaginaciones mías, miedos, locuras... Pero sabía que yo no era
el de siempre, estaba cambiado. No era la persona perseverante y luchadora,
sino que estaba mucho más nervioso, tenía cambios repentinos de humor...Maldigo
aquella noche oscura y fría, porque ella es la culpable de todos mis temores,
de todos mis miedos. Esa noche de enero fue la peor de todas. Pasaba yo por la
calle de María, mi hermana. Era la calle más oscura y estrecha de la ciudad.
Cada vez que pasaba tenía que ir tanteando con cuidado las paredes, para no
caerme. Por fin encontré el portal de María:
-María,
soy yo, Ángel, ¿me abres?
-Eh...
¿Ángel? sí... claro, pasa.
Subí las escaleras, pero se apagaron las
luces. No encontraba el interruptor de la luz, y yo, ¡odio la oscuridad!:
-¡Ahh!
-¿Ángel?
¿Estás bien?
-Sí,
no te preocupes.
Cuando estaba en su casa, me senté en el
sillón de siempre, y ella me ofreció unas pastas, como de costumbre. Lo que no
era normal es que estaba demasiado nerviosa, ¡con lo paciente que es mi
hermana! Movía continuamente su pierna izquierda de arriba a abajo, se mordía
las uñas y tenía una mirada intimidante:
-¿Te
encuentras bien?- pregunté yo.
-Sí.
Voy un momento al baño.
Serían ya las once más o menos. Cogí mi
chaqueta y mi bandolera y me dirigí hacia el baño. Toqué varias veces la
puerta, pero nadie me respondía. Me dispuse a abrir la puerta cuando de repente
me encontré a oscuras. Estaba aterrado. Salí corriendo a buscar un interruptor,
lo encendí y cuando estaba dentro del baño, con luz clara y potente, contemplé
el cuerpo inerte de mi hermana, el cuerpo frío y sin vida tirado en el suelo.
Estaba sorprendido y a la vez aterrado. No sabía qué hacer. Oí un ruido en el
salón, como una ventisca, pero la
ventana estaba cerrada. Caminé hacia el salón y vi una presencia extraña y
borrosa. Me eché hacía atrás, con cuidado. Pero se acercaba a mi, cada vez más
rápido. Me encerré en el baño. Fue una lucha de vida o muerte. Él empujaba, yo
también. Pero cuando creí que estaba a salvo, los ojos de mi hermana de
abrieron. Abrí la puerta con rapidez. Estaba más que aterrado. Cuando salí al
exterior la presencia no estaba, y mi hermana seguía en su sueño eterno.
Cuando ya estaba en la calle, me encontré más
a salvo. Fui caminando, sin rumbo. Pensando en lo sucedido. De repente me
choqué con una chica:
-Perdón,
no iba mirando.
-Tranquilo,
no te preocupes. Me llamo Patricia, ¿y tú?
-Ángel.
-Tienes
mala cara, ¿te pasa algo? ¿Quieres que demos una vuelta?
-Vale.
Le conté lo sucedido. Estuvimos hablando
horas y horas. Ella creyó todo lo que le dije y decidió contactar con María
mediante la ouija. Yo acepté, aunque la idea no la veía muy clara.
Al día siguiente teníamos la ouija. La
habitación estaba oscura, solo alumbrada por cuatro velas. Había un silencio
sepulcral. Pusimos el dedo sobre un vaso, y Patricia formuló una pregunta:
-¿Eres
María?
Y
la ouija contestó que “sí”.
-¿Estuviste
poseída el otro día?-pregunté yo.
Y la ouija contestó “sí, y pronto lo estarás
tú”. De repente sentí algo en mi cuerpo, algo había entrado. Me caí hacia atrás
y Patricia estaba sorprendida:
-¡¿Ángel?!
-Sí...estoy
bien. Algo ha entrado en mi cuerpo.
Dicho eso, me abalancé sobre ella con un
cuchillo en la mano, y se lo clavé cinco veces en el corazón. Subí corriendo
las escaleras de mi casa, hacia la buhardilla:
-¡¿Qué
quieres de mí?!¡Fuera, sal de mi cuerpo!
Entonces,
mi mano quería coger el cuchillo que estaba al lado, pero yo no quería:
-¡Socorro!
No quiero morir...
Y poco a poco mi voz se iba desvaneciendo hasta
que me quedé sin voz. Mis ojos se rompieron en llanto. Decidí bajar a la calle
para buscar ayuda, pero Patricia o su alma subía los escalones de la escalera. La
tiré al suelo y pude salir a la calle. El mismísimo diablo se me estaba
enfrentando. Encontré un hacha en el suelo y me agaché a cogerla. Me la clavé
en la sien y abatido y sin fuerzas me desmayé en el sueño eterno.
Sergio Blanco
Alcaide 1º eso B
The Misterious House
(5 de Abril del 1897)
Las tablas chirrían, las ramas golpean los cristales
desquebrajados de las ventanas en una noche fría y oscura donde las oscuras
nubes tapan el único rayo de luna que alcanza la tierra, donde ni los
murciélagos pueden percibirse unos a otros, donde los suelos de los largos
pasillos de mi gloriosa casa chirrían y parecen que piden socorro con voz
ronca, y donde se puede percibir en la fachada un color igual o parecido a
¡¡SANGRE!! Y ese olor que sale de las rendijas del conducto del aire que imita
el de un cadáver en descomposición.
No me he presentado. Mi nombre es Chester McGulliver, y compré
esta parcela hace más o menos 4 meses, pero hasta hace 1 semana o así no empecé
a notar movimientos extraños como ciertos puntos de la casa donde sentía
escalofríos y roces, las estatuas de los antepasados me miraban con afán de
dañarme mentalmente y destrozar mi desbordada imaginación, mi perro silvestre
ladraba sin motivo a una pared especifica de la casa. No podía dormir, ya que,
si cerraba los ojos, miles de suplicios pedían mi alma como si de eso
dependiera su vida, y horribles rostros cruzaban de un lado a otro mi mente, y
prejuzgaban mis actos del pasado como si lo supieran todo sobre mí. Esto me
hizo pensar y decidí contactar con el antiguo propietario, pero el número que
me dio no daba señal alguna y fui a su casa al llegar unos coches de la policía
y del hospital se veían aparcados enfrente de dicha casa, imaginé que el Señor
Estrangol había muerto y al entrar en la casa, no sé por qué pero tuve la sensación de que de la
habitación salía una voz agridulce y rayada que me llamaba. Subí a la
habitación y cuando ya estaba dentro la puerta se cerró de golpe y las ventanas,
de par en par, se cubrieron con las cortinas y el cajón de la mesilla se abrió
y entre tantos papeles, uno de ellos me llamó la atención. Al abrirlo, unas
extrañas letras que aún siendo extrañas, comprendía, decían muchas cosas, pero una
parte en concreto me intrigó, ya que decía: “Yo, Estrangol Watermein, me
comprometo con estas escrituras a comprar la parcela situada en el 48 de
Dorset, Inglaterra”, y pasado unos párrafos narraba que en la casa sucedían
fenómenos parecidos a los míos. Por eso narra sus días en aquella casa “maldita”
y que por eso la vendía tan barata. Ya convencido, las ventanas se descubrieron
y la puerta se abrió, y al salir por la puerta de la habitación, casi por arte
de magia, un pequeño papel me cayó. Al observarlo no pude retener mi sorpresa
ya que en aquel papel decía: “¡¡Corre Chester, corre!!” Y en ese preciso
momento noté una presencia que se acercaba a gran velocidad por mi ante guardia,
y dijo “BUUU”. Corrí a la puerta, pero ésta se cerró y de la cocina salía una especia
de olor que parecía gas. De repente, todos los muebles ardían de forma violenta
y solo veía una salida. Corrí a la parte superior de la casa donde, por una vez,
tuve suerte y encontré una ventana. Sin pensarlo dos veces, esprinté y salté de
tal forma que los cristales se rompieron y caí sobre el denso herbajé. Ya no
había ningún coche y de repente ya era de noche y en ese mismo momento la casa
explotó sin dejar escombro en pie.
Adrián Losa, 1º E.S.O.
El misterioso viaje a París
En
una mañana de marzo, sobre las diez de la mañana, fuimos a despedirnos de mi
hermana Helena, ya que se iba de viaje a París por un intercambio.
Todo
iba bien, hasta que llegó al aeropuerto, allí estaban unos terroristas,
dispuestos a matar a quien fuese. Helena se asustó y se fue corriendo, pero no
le sirvió de mucho. Uno de los
terroristas la había visto, sacó el arma y la mató.
Por
la tarde, mi madre y yo vimos las noticias y entonces lo supimos. Nos echamos a
llorar, ya que mi madre había perdido una hija y yo a la única hermana que
tenía.
Pero
lo más extraño pasó por la noche. Yo
estaba terminando de cenar, estaba fregando mi plato y... ¡ZAS! Un vaso se cayó
del armario.
- No puede ser, mi madre está en el
trabajo. Habrá sido coincidencia.- Me dije.
Pero
una parte de mí me ayudaba a entenderlo. Con una voz tenebrosa escuché a mi
subconsciente: “¿Coincidencias?, ¿eres nueva aquí?, tú sabes muy bien que no ha
sido ni coincidencia, ni el viento, ni nada por el estilo”. ¡Era un fantasma!
un espíritu asustado que se había quedado entre el mundo de los mortales y los
inmortales.
Cuando
la terminé de escuchar, sentí un cosquilleo por la espalda. Tras el cosquilleo,
empecé a ver imágenes tormentosas: sangre, disparos, muchos muertos... Me mareé
y me caí al suelo. Cuando llegó mi madre de trabajar, me encontró tirada en el
suelo. Creía que se había quedado sin hijas, cuando entonces empecé a
despertarme. Mi madre se alivió al ver que no estaba muerta.
Le
conté lo que había sucedido, y pensamos que podría ser el espíritu de Helena. Ninguna
de las dos pudimos dormir ese día.
Yo,
desde mi habitación, oía una voz que cantaba, se parecía mucho a la de mi
hermana. En ese instante lo vi, ¡era mi hermana!, ¡estaba aquí!
Me
puse nerviosa y avisé a mi madre, que, por suerte, estaba despierta.
Pasamos
toda la noche escuchando esa tenebrosa voz que nos susurraba al oído.
Al
día siguiente, avisé a mis amigos y familiares de que mi hermana había muerto.
Fue muy trágico: la gente lloraba, lloraba de dolor.
No
pude aguantarlo más y me fui a casa.
Tras
un pequeño descanso vi de reojo una sobra roja, volví a mirar y no estaba.
Pero, no se había ido...
-¡Blanca! Ayúdame.
Abrí
rápidamente los ojos para ver de lo que se trataba. Me asusté mucho, creía que
era un sueño, pero al ver la cara sangrienta de mi hermana cerca de la mía...
Pegué un grito y Helena se fue. Mi madre vino corriendo.
-¿Qué pasa? - Me preguntó atemorizada.
-La he visto, mamá, la he visto y ha sido
espantoso, daba mucho miedo...- le decía.
-Bueno, tranquilízate y cuéntame lo que te
ha pasado.
Tardé un rato
en tranquilizarme, pero al fin se lo conté todo. Se le quedó una cara de
sorpresa, temor, y tristeza que no podía con ella.
-Entonces, está aquí, en mi casa...
-Mamá no es lo...
-¡Cállate! Está aquí y lo sé, eso para mí
es una buena noticia.
-Siento recordártelo, pero te recuerdo
que está....
-¡No lo digas! No quiero oírlo.
Por la tarde,
visité a mi madre para hablar un poco más tranquilas de lo ocurrido.
-Entonces, ¿puedes ver y hablar con los
espíritus?
-Parece ser que sí, pero creo que solo es
con Helena.
-Vaya, todo me resulta... tan...
extraño..
-Lo sé, pero no podemos rendirnos,
tenemos que ayudar a que vaya hacia la luz.
-Pero no quiero que...
-Lo sé, sé que es doloroso, pero tenemos
que hacerlo.
Pasamos la
noche juntas. Esa noche dormimos algo. Al rato, tuve una pesadilla, me desperté
y fui a la cocina para beber un vaso de agua. Cuando encendí la luz, la vi. Me
quedé sin respiración durante un instante, pero se pasó.
-Blanca, ayúdame.
-¿Cómo?, no puedo hacer nada.
-Sí que puedes, puedes guiarme hacia la
luz
-Pero no sé cómo hacerlo, soy nueva en
esto.
-Por lo menos, inténtalo.
-Muy bien. ¿Qué te retiene?
-Estoy asustada, tengo miedo de lo que
pueda ver allí, los terroristas, el dolor...
-Los terroristas te dejarán en paz, ya
que el cielo es un mundo de paz y tranquilidad.
-Lo sé, pero me gustaría decirle una cosa
a mamá.
Fui
a la habitación donde se hospedaba mi madre, la desperté, le dije que Helena se
quería despedir de ella. Se levantó de un brinco y fue corriendo a la
habitación.
-¿Helena?
-Estoy aquí mamá.
-Está aquí.
-¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has muerto?
-En el aeropuerto había unos terroristas,
me asusté salí corriendo y me mataron.
Le expliqué
lo que le había pasado en un pequeño resumen. Mi madre, llorando a más no
poder, se fue al baño a llorar del dolor que le causaban su corazón y su mente.
Me puse a llorar con ella.
-Pero mamá...
-Tranquila, estará bien.
-No quiero irme, no la quiero dejar sola
sufriendo.
-No está sola, está conmigo. Yo cuidaré
de ella, TE LO PROMETO.
A Helena se le escapó una lágrima, y
entonces vio la luz.
-Es hermosa, ¿me prometes que la
cuidarás?
-Te lo prometo.
Después
de diez años, sigo viendo espíritus y los ayudo a cruzar. Es lo que me recuerda
a mi hermana, y se que siempre estará en la puerta para irme con ella.
Ángela Ayuso Portillo 1º B
El asesinato misterioso
Me llamo
Rosalí
y
os
quiero
contar
una
historia.
Hace
mucho
tiempo,
unos
ocho
años,
viví
una
gran
tragedia.
Compré
una
casa
grande
con
mi
hermana
Judith,
vivíamos
las
dos
juntas.
Era
una
casa
enorme,
con
tres
plantas
y
estaba
en
un
sitio
muy
apartado
de
la
ciudad.
Por la
noche,
organicé
una
fiesta
de
bienvenida,
invité
a
cien
personas:
amigos,
primos,
compañeros
de
trabajo,
etc.
La
fiesta
era
a
las
10
de
la
noche
y
acababa…
Bueno,
eso
no
importa.
Vino
todo
el
mundo.
Mi
hermana
y
yo
nos
pusimos
nuestras
mejores
galas,
los
invitados
nos
hacían
cumplidos
y
nuestros
familiares
nos
hacían
regalos.
Todo
iba
bien.
Eran
las
doce
y
media
de
la
noche.
Esa
noche
hacía
frío y fuera
todo
estaba
oscuro.
La
música
y
las
luces
estaban
encendidas
cuando,
de
repente,
todo
se
apagó.
Oíamos
voces
y
la
gente
corría
despavorida
y
yo
buscaba
a
mi
hermana,
pero
no
la
encontraba.
Cuando volvió
la
luz
entré
en
mi
habitación
y
encontré
a
Judith
tirada
en
el
suelo.
Vi
que
tenía
una
copa
en
la
mano,
pensé
que
estaba
borracha
y
que
se
quedó
dormida
pero,
cuando
la
intenté
coger
para
meterla
en
la
cama,
vi que
no
respiraba.
Les
dije
a
todos
que
la
fiesta
había
acabado
y
se
tenían
que
marchar.
Lo
dije
tranquila
para
que
no
se
preocupasen.
Y
cuando
todos
se
marcharon
llamé
a
la
policía
y
a
una
ambulancia.
Cuando llegaron
se
la
llevaron
al
hospital,
yo
fui
con
ellos.
Pasaron una
hora,
me
dijeron
que
no
se
podía
hacer
nada, había muerto.
Yo,
toda
hundida
de
dolor,
me
eché
a
llorar,
y
entonces
empecé
a
pensar que todo
fue
culpa
mía.
Si
hubiera
estado
con
ella
no
hubiera
pasado
nada.
Tras
un
tiempo,
volví
a
casa.
Cuando iba
en
el
coche,
tuve
visiones
de
espíritus,
pero
no
hice
caso.
Pensé
que
eran
tonterías
mías
porque
estaba
muy
cansada.
Llegué a
casa,
me
tiré
a
la
cama
y
me
dormí.
Tuve
muchas
pesadillas
y
me
levanté
a
beber
agua,
para
despejarme.
Cuando
volvía
a
la
cama
oí
voces
que
me
decían:
-¡¡Fuera
de
aquiíí!!
¡¡Ésta
es
mi
casa!!
Por
esto,
ha pasado lo
de
Judith,
si
no
te
vas…
¡MORIRÁS!
Volví
a
la
cama
corriendo,
se
me
vertió
el
agua
y
me
escurrí.
Dolorida,
volví
a
la
cama,
y
conseguí
conciliar
el
sueño.
Por
la
mañana
llegaron
las
dudas,
y
pensé
en
voz
alta:
-Judith
murió,
y
no
hay
pruebas.
Oigo
espíritus
que
me
hablan,
tengo
sueños
con
ella.
Está
claro,
¡la
mató
un
espíritu!
Ya era
de
noche
y
había
truenos,
mal
tiempo,
era
una
ocasión
perfecta
para
encontrarme
un
espíritu.
Cogí la
grabadora
del
cajón
de
mi
mesilla,
y
la
puse
a
grabar.
Las
voces
me
volvían
a
hablar.
Cuando
terminaron,
escuché
la
cinta
y
no
se
oía
nada.
-Qué
extraño.
Necesito
algo
mejor.-
pensé.
De repente,
se
apagaron
las
luces
y
pensé
que
me
iba
a
pasar
lo
mismo
que
Judith.
Así
que
salí
corriendo
de
la
casa,
cogí
el
coche
y
me
fui
a
la
ciudad.
Me
alojé
en
un
hotel,
e
intenté
idear
un
plan.
Por la
mañana,
me
bajé
a
la
cafetería,
y
parecía
ser
que
la
noticia
se
extendió
por
toda
la
cuidad.
La
gente
no
me
dejaba
en
paz,
y
los
periodistas
no
me
dejaban
paso
y
me
atosigaban
con
sus
preguntas.
Cuando se
fueron,
fui
a
buscar
a
mi
amiga
Alexandra
para
pedirle
consejo.
Vivía
en
el
centro
de
la
ciudad.
Cuando
estaba
allí
le
conté
lo
que
pasaba
y
lo
que
oía,
y
me
dijo:
-Rosalí,
vente
a
mi
casa
hasta
que
este
asunto
se
tranquilice,
porque
ahora
lo
veo
muy
negro.
Además,
aquí
estarás
segura,
y
no
quiero
que
te
pase
nada.
-Gracias,
muchas
gracias,
te
lo
agradezco.
Tenía
miedo
de
que
me
pasase
algo.
-Y
de
paso,
te
ayudo
a
encontrar
una
solución.
-Ya
ha
pasado
cuatro
días
desde
la
muerte
de
Judith
y
este
asunto,
sino lo arregla
la
policía,
lo
arreglaremos
nosotras.
Quise ir
a
casa
a
por
mis
cosas,
pero
Alexandra
no
quería,
porque
ya
era
tarde
y
nos
podía
pasar
algo,
así
que
me
dijo
que
me
dejaba
ella
la
ropa
y
que
mañana
iríamos
a
buscar
una
solución.
Al día
siguiente,
por
la
tarde,
fui
a
la
casa
con
Alexandra
para
saber
si
ella
los
podía
oír.
Cuando
empecé
a
oírlos
le
pregunté
si
ella
también
los
podía
oír,
me
dijo
que
no.
Creí
que
la
única
que
podía
oírlos
era
yo.
Estaban
gritando,
sus
gritos
me
taladraban
la
cabeza.
Y
mientras
Alexandra
me
cogía
de
la
mano,
vi
el
espíritu…
no
podía
respirar
del
susto
que
me llevé, me
quedé
pálida
y
no
hablaba.
Me
recuperé
pronto
y
fue
cuando
el
espíritu
atacó
a
Alexandra.
Fue
cuando
llegué
a
la
conclusión
de
que
los
espíritus
solo
atacaban
a
las
personas
que
no
puede
verlos
ni
oírlos.
La
llevé
a
un
sitio
de
brujería,
creía
que
tenía
el
espíritu
dentro.
La
mujer
me
dijo
que
estaba
inconsciente,
pero
que se
recuperaría.
Me dio
unas
pociones
y llevé a
Alexandra
a
su
casa.
Cuando
íbamos
de
camino
a
su
casa,
conduje
mientras Alexandra reposaba,
tumbada,
en
la
parte
de
atrás.
Cuando
pasamos
por
mi
casa,
la
vi
subida
al
techo,
diciendo
palabras
extrañas,
y
girando
la
cabeza.
El
coche
iba
dando
tumbos,
así que cogí
el
volante
para
no
tener
un
accidente
y
aparqué.
Ella
me
cogió
del
cuello… y
fue
cuando
me
di
cuenta
de
que
había
muerto.
Estela
Fernández
Montero
1º
B
LA CUEVA DE LOS MUÑECOS
Nos fuimos de viaje a pasar el
fin de semana a una casa rural. Todos los años nos vamos con unos amigos y lo
pasamos genial. Esta vez coincidió con el puente de Todos los Santos.
Este año la casa estaba situada en
una ladera rodeada de montañas. A ella se accedía por un camino bastante
pedregoso. Teníamos que ir muy despacio para que el coche no se rompiese.
Por fin llegamos a la casa. Era muy
grande, con piscina, aunque al ser otoño no podíamos bañarnos. Tenía muchas
habitaciones, una por cada familia con el baño dentro del dormitorio.
Durante el día, el paisaje era
precioso. Colores anaranjados, marrones, verdes de otoño. Había ciervos y los
veíamos de lejos. Ellos se acercaban a la casa, pero por la noche.
Al llegar la noche, oíamos la berrea
de los ciervos y salimos a ver las estrellas. En la oscuridad brillaban los
ojos de estos bellos animales cuando venían a la casa para ver si había algo de
comer. Daba mucha impresión, pero era emocionante.
El dueño de la casa nos enseñó los
alrededores, y nos recomendó que hiciéramos algunas excursiones por la zona.
Nos llevó en un coche todo terreno a ver los ciervos y les dimos bellotas para
comer.
También nos contó que cerca de la
casa había una cueva, llamada la Cueva de los Muñecos, que tuviésemos cuidado
con no perdernos por allí de noche. Cuando oscurecía, aquel lugar se volvía
tenebroso y se oían ruidos extraños y gritos de terror.
Empezamos a sentir miedo, sobre todo
los niños, pero nuestros padres nos tranquilizaron diciéndonos que sólo era una
leyenda.
La noche del 31 de octubre
celebramos la fiesta de Halloween. Todos nos vestimos de monstruos, fantasmas,
diablesas… dispuestos a pasarlo estupendamente.
Cenamos y bailamos. Una amiga y yo
nos asomamos a la terraza. Veíamos brillar los ojos de los ciervos en la
oscuridad y, de repente, las dos nos sentimos atraídas hacia una gran luz que
observábamos en lo alto de una montaña.
Nos sentimos hipnotizadas, como
hechizadas y comenzamos a caminar hacia la luz.
Nadie nos echó de menos, porque
todos estaban entretenidos en la fiesta.
Estuvimos andando alrededor de
veinte minutos hasta que la luz era cada vez más grande y estaba más cerca de
nosotras. A nuestro lado caminaban dos ciervos indicándonos el itinerario a
seguir.
La luz provenía de una cueva en la
montaña. Los ciervos se pararon y de la cueva salió una mujer vestida de
blanco, de unos sesenta años, rubia, que nos tendía su mano invitándonos a
entrar.
Mi amiga y yo nos miramos y
decidimos entrar.
En la entrada de la cueva había
figuras de muñecos dibujadas. ¡Era la cueva de los muñecos de la que nos había
hablado el dueño de la casa!
Estaba todo iluminado con antorchas,
se oían ruidos extraños, eco de voces y grandes risotadas.
La mujer de blanco nos indicaba el
camino y llegamos a una gran caverna.
Nuestros ojos no podían creer lo que
veían. Ni tampoco que nosotras estuviésemos allí, como poseídas, sin hablar,
hipnotizadas.
En la caverna había una gran luz
roja, se oía una música tranquila, gente murmurando. En el medio, una persona
invocaba a los espíritus al lado de una hoguera.
De repente apareció una imagen
fantasmagórica. Hicieron un ritual invocando al espíritu y el fantasma nos
señalaba para que nos acercásemos.
El espíritu levantó los brazos y en
un minuto nos convirtió a todos en ciervos con los ojos rojos.
La mujer de blanco nos acariciaba.
Salimos de la cueva y dimos un paseo
por la montaña. Era tarde, nuestras familias y amigos nos echarían de menos. En
este momento empezaba a ser consciente de lo que estaba pasando. Quería volver,
ya no estaba poseída. Pero, ¡era un ciervo con una gran cornamenta!.
Me llevaban a pelear con otro
ciervo, era mi amiga para luchar por el amor de una mujer.
Empecé a gritar, pero no me salía la
voz. La mujer de blanco seguía acariciándonos. Se puso delante de nosotras y
nos besó en el hocico. Nos volvimos a convertir en lo que éramos, personas. Nos
empezaron a rodear y ahora sí podíamos gritar. Gritábamos y gritábamos y…
Me desperté en mi cama de la casa
rural. Mi madre me tranquilizaba diciéndome que estaba soñando. Bebí agua y
seguí durmiendo.
A la mañana siguiente, mi amiga vino
a mi habitación. No nos dijimos nada, pero con la mirada nos entendimos. ¿Sueño
o realidad?
Está claro que aquella noche algo
nos ocurrió, pero… ¿qué?
No volveré a aquella casa, ni mucho
menos a la cueva de los muñecos.
Cuando volvíamos a casa, vimos dos
ciervos en el camino que parecían decirnos adiós y a lo lejos una mujer vestida
de blanco agitaba su mano despidiéndose y desapareciendo en el horizonte.
Seguimos nuestro camino comentando
lo bien que lo habíamos pasado, pero los ojos de aquellos animales no los
olvidaré nunca.
Marta
Talavera García-Carpintero.
Ángela Ayuso, 1º
E.S.O.
EL PLAGIO CREATIVO
HH
La recreación de
argumentos conocidos ha sido una de las técnicas de creación más poderosas y
más utilizada por muchos escritores a lo largo de la historia. Reescribir una
misma historia desde otra óptica significa crear nuestra propia versión a
través de distintas estrategias de reconstrucción como incluir un final
distinto, introducir nuevos personajes, cambiar el espacio y el tiempo, las
anécdotas, las descripciones, los diálogos; modificar las intenciones de unos u
otros, utilizar otros puntos de vista y hasta meternos nosotros mismos en su
interior como un personaje más. De esta manera, la historia pasa a ser nuestra,
por más que el argumento no haya sido inventado por nosotros.
Esta es la función que
nuestros alumnos de 1º de E.S.O. han tenido que desempeñar en la actividad
“plagio creativo” y estos son algunos de los resultados obtenidos de dicha
actividad:
UN CUENTO CON DERIVADOS
Todo
empezó aquel día en que se nos fue todo de las manos, cuando se descubrió que
la magia de los cuentos existe…
Un día,
el Señor Mago nos dijo que se iba de viaje a jugar al golf y nos dejó al mando
de los cuentos para que todo siguiese su curso y el mal no triunfara sobre el
bien. Pero, Mambo, que nunca se estaba quieto, empezó a jugar con la Balanza
del Bien y el Mal y con la bola de cristal donde se ve el trascurso de los
cuentos, hasta que tiró la bola al suelo y la tuvimos que arreglar con uno de
los cetros mágicos. A partir de ahí la bola tuvo un defecto y es que todo lo
que se ve tras ella se ve a una distancia de 15 metros. Además, por si fuera
poco, esa misma noche era la fiesta del príncipe, celebrada para que pudiera
elegir a su esposa, así que, todas las doncellas del reino tenían que ir a palacio
para encontrarse con el príncipe. Pero, Avantasia, la madrastra de…… subió a la
torre de palacio donde nos encontrábamos y nos quitó el cetro mágico para que
su hija Ceni pudiera casarse con el príncipe Peter. Además, cuando Avantasia se
hizo con el poder, llamó a todos los malvados de todos los cuentos (el lobo de
Caperucita, el gigante de Pulgarcito, el lobo de los tres cerditos, etc.) y
cuando los tuvo en su poder, organizó una fiesta celebrando que el mal había
vencido por fin al bien.
Uno de
los sirvientes, Kevin, que trabajaba en palacio, tuvo que someterse a Avantasia
y a todos los demás malvados.
Un día,
uno de los malos le preguntó a Kevin:
-
Oye,
chico. ¿Tú de qué bando eres: de los buenos o de los malos?.
-
Yo,
de ninguno. Soy libre…- Respondió Kevin.
-
Yo
que tú me lo pensaba dos veces. Será mejor que te alíes a nosotros, pues el
bien está perdiendo y si alguien se entera de que te alías con el bien…- A
continuación, el malvado hizo un gesto con la mano alrededor de su cuello,
advirtiendo al chico que le cortarían la cabeza.
Kevin,
al ver que le estaban amenazando, se fue corriendo a por su amiga Ceni, la hija
de Avantasia, quien no había heredado la maldad de su madre y de quien estaba
perdidamente enamorado.
Al
llegar a ella, se la llevó al bosque junto a Mambo y el hermano de éste, Rambo,
para estar a salvo.
En el
bosque se encontraron una casita pequeña con ventanas y puertas también muy
pequeñas. Se intentaron colar en ella para aislarse del peligro, pero, cuando
lo intentaron, aparecieron los dueños de aquella casa ¡los siete enanitos!
Kevin y sus amigos le explicaron a los siete enanitos todo lo que había
ocurrido con Avantasia y ellos los dejaron entrar y reposar en su pequeña
casita.
Los
enanitos o eran tan tiernos como los pintan, eran luchadores, fuertes y tenían
muchas ganas de pelear. Además, en su casa tenían un dispositivo de defensa:
una especie de molinos que disparaban los minerales que se hallaban en las
minas. Con esto, consiguieron despistar a los malos y Kevin y sus amigos volvieron
al palacio para luchar con Avantasia, ahora que ésta estaba desprotegida.
Entre
todo este lío, el príncipe que se casaría con Ceni, huyó del palacio y se fue a
buscar refugio entre las montañas, así que Ceni ya no tenía motivo para volver
al palacio y decidió marcharse. Pero Kevin, le dijo:
-
No
puedes marcharte sola, es peligroso. No sabes a quién o qué te puedes encontrar
ahí fuera.
-
Confía
en mí, sé lo que me hago. Recuperad el palacio que mientras, yo, recuperaré al
príncipe Peter y regresaremos allí. – Dijo Ceni.
-
¡Pero
yo no quiero que te cases con el príncipe!- Gritó Kevin, angustiado.
-
¿Por
qué no?- Preguntó Ceni, intrigada.
-
Pues…porque…
¡te quiero!
Ceni, al ver que Kevin le había confesado su amor, se quedó asombrada y, tímidamente, apartó la mirada y respondió:
Ceni, al ver que Kevin le había confesado su amor, se quedó asombrada y, tímidamente, apartó la mirada y respondió:
-
Lo
siento mucho, Kevin, pero tengo que ir a buscar a Peter.
Kevin, desolado, le respondió en voz baja:
- Está bien. No te preocupes.
Kevin, desolado, le respondió en voz baja:
- Está bien. No te preocupes.
Cuando
Kevin se encaminaba a palacio con Rambo y Mambo, éstos no dijeron ni una
palabra en todo el camino porque temían hacer enfadar o entristecer a Kevin.
Por
otra parte, Ceni, mientras buscaba al príncipe, daba vueltas en su cabeza
intentando averiguar si seguía queriendo al príncipe o si, en verdad, estaba
enamorada de Kevin. Pero, de repente, algo se escuchó a lo lejos: ¡una escoba a
motor! ¡Y ésta era conducida por Avantasia!
Ceni,
asustada, se intentó escabullir, pero no dio resultado, pues Avantasia la
capturó y se la llevó a palacio.
Por
el camino, el príncipe Peter y Kevin se encontraron y se unieron para salvar a
Ceni de su malvada madre. También se unieron a ellos Mambo, Rambo y los siete
enanitos, así que consiguieron vencer al mal y reconstruir los cuentos para que
todos ellos tuviesen un final feliz.
Cuando
todo esto acabó, Ceni y Kevin se casaron, el príncipe Peter encontró a otra
princesa y Rambo y Mambo dejaron de hacer trastadas para no meterse en ningún
lío con el Señor Mago, quien, al final, nunca descubrió todo el desastre que
habían ocasionado.
Negralluvia
En un
cercano país vivía una vieja reina que estaba muy feliz porque no tenía hijos.
Un día
de tormenta, la vieja reina tuvo una pesadilla donde tenía una hija tan fea
como un mono. Después de dos otoños su pesadilla, por desgracia, se hizo
realidad: nació Negralluvia.
La
reina envejecía aún más viendo crecer a su hija, quien tocaba la guitarra
eléctrica todas las tardes, no estudiaba, sacaba malas notas, etc.
Un día,
ocurrió una alegre desgracia, la reina no podía soportar más los malos
comportamientos de su hija y se suicidó. A partir de ese momento, Negralluvia
fue muy feliz, sólo derramó dos lágrimas (pelando cebolla…).
El rey
se casó entonces con una amable mujer que hacía estudiar y dejar la guitarra a
Negralluvia, diciéndole:
-
Todos
los días tienes que estudiar y dejar de un lado la dichosa “guitarrita”.
Además,
la pobre y humilde reina se creía fea y vieja y un día acudió a su espejito
para confirmar que así fuera:
-
Espejito,
espejito, ¿quién es la más bonita de este reino?
-
Antes
era Negralluvia, pero ahora eres tú, mi reina.
-
¡Oh,
espejito! Te equivocas: yo soy más fea.- Respondió la reina, enfadada.
Al día
siguiente, Negralluvia desapareció y se marchó por el bosque dejando la
siguiente nota:
-
“Madrastra,
estoy harta de que me mandes estudiar y no me dejes tocar la guitarra, así que
me voy del palacio para siempre. Adiós”.
La reina, deprimida, buscó al capitán de la
guardia y le hizo el encargo de buscar a su hija, a lo que el capitán se negó,
diciendo:
-
Mi
reina, esto es muy peligroso…
-
Es
por razones de estado- Dijo la madrastra, enfadada.
Aún
así, el capitán, que era muy asustadizo, no aceptó el encargo de la reina y
desapareció del reino.
Negralluvia,
mientras tanto, se encontró una casita en el bosque habitada por siete heavies.
Cansada, entró en las habitaciones y se durmió en la cama más negra de las
siete.
Ese
mismo día, por la mañana, mientras Negralluvia seguía durmiendo, los siete
heavies entraron a la casa después de haber tenido una gran actuación musical.
Éstos, al ver dormida a Negralluvia, buscaron rápidamente un enchufe donde
enchufar una de las guitarras y Negralluvia, de un salto, se levantó, y uno de
los chicos pregunto:
-
¿Quién
eres, tía?
-
Soy
Negralluvia, hija del rey y de la reina, pero me he escapado de palacio, ¿puedo
vivir con vosotros?
Todos
los chicos dijeron que sí, encantados.
Cuando
pasó un tiempo, la casa estaba negra, no sólo por la pintura de las paredes,
sino por la suciedad, porque ni Negralluvia ni los siete heavies sabían
limpiar.
Mientras,
en el castillo, la pobre reina lloraba y lloraba al ver que ningún capitán
aceptaba la misión de buscar a su hija, así que, un día, preguntó a su espejito
si sabía dónde estaba su hija y éste le contestó:
-
Negralluvia
vive con los siete heavies del bosque, mi reina.
La
reina, alegre, corrió hacia la cocina y encontró una pera que utilizaría con
Negralluvia para demostrarla que la quería y que le gustaría que regresara con
ella. Poco después, la reina cruzó el terrible bosque hasta llegar a la casa de
los siete heavies. Al ver que éstos se marchaban, la reina llamó a la puerta
“toc, toc”.
-
Sí,
¿quién es?- Preguntó Negralluvia.
-
Traigo
una guitarra para Negralluvia- Respondió la reina, disimulando ser otra
persona.
-
Ahora
abro- Respondió Negralluvia, entusiasmada.
Negralluvia,
confiada, abrió la puerta, pero ante su sorpresa…
-
¡Madrastra!
¿qué haces aquí?.
-
Toma,
hija mía. Te traigo esta fruta para demostrarte que quiero que vuelvas conmigo
y con tu padre al castillo.
-
Dame
eso y vuelve por donde has venido. ¡Adiós!- Gritó Negralluvia cogiendo la pera
y cerrando la puerta.
Negralluvia
dio un bocado a la fruta sin saber que se trataba de una pera y ella era
alérgica a ellas. Negralluvia murió al instante.
La
pobre reina, sin saberlo, causó la muerte de su hijastra y, desconsolada, murió
de pena.
Cristina Díaz, 1º
E.S.O.
Gritel y Hünsel
En una
gran mansión, al lado de un pequeño, pequeñísimo bosque, vivía un rico leñador
con su mujer y sus dos hijos: el muchachito se llamaba Gritel y la muchachita
Hünsel. Tenían muchísimo para comer y el reino vivía en la opulencia. Los
padres de Gritel y Hünsel querían todo lo que tenían para ellos, así que
decidieron deshacerse de sus hijos.
Una
noche, estuvieron pensando su malvado plan:
-
Tenemos
que deshacernos de ellos, son un estorbo. Mañana por la mañana les mandaremos a
por leña y los dejaremos en un sitio apartado del bosque donde no sepan
volver.- Dijo la madre.
-
No,
habrá que dejarlos más lejos…Y sin ninguna pista para poder volver. – Dijo el
padre.
-
Le
daremos una alita de pollo a cada uno y con eso se alimentarán. – Dijo
malvadamente la madre.
-
Y
también algo de chuches para que les entre dolor de tripa. – Afirmó el padre.
Y así
hicieron. Sobre las doce iban camino del pequeño, pequeñísimo bosque junto a
sus hijos.
-
Gritel,
Hünsel. Os dejamos aquí para que recojáis un poco de leña, que esta noche hará
frío. Tomad una alita de pollo para cada uno y unas cuántas chuches para
alimentaros. Y ahora, quedaos aquí que por la tarde vendremos a por vosotros.-
Les dijo su madre, dándole las instrucciones.
Tras un
largo rato, los muchachitos se durmieron y, al despertar, el muchachito se
percató de que estaban solos y que sus padres los habían abandonado.
-
¡Hünsel,
despierta! Papá y mamá no han venido y ya es de noche… ¡Al fin nos deshicimos
de ellos!- Comentó Gritel alegre.
Al oír
esto, los hermanos saltaron de alegría y cantaron adentrándose cada vez más en
el bosque.
Al
amanecer, llegaron a una casita un tanto rara y extraña construida con
hortalizas y frutas. Las paredes estaban hechas de remolacha, el tejado de
zanahorias que le daban un llamativo color naranja, las ventanas de tomate, los
árboles de brécol…Además, antes de llegar había un camino muy peculiar lleno de
rodajas de pepino.
Los
niños estaban encantados, pues les encantaban las verduras, así que empezaron a
comer sin parar hasta que salió una joven con cara de lechuga diciendo:
-
¡Insignificantes
niños! ¿qué hacéis comiéndoos mi casa? – Dijo la joven bruja.
-
Es
que estamos tan hambrientos…- Dijo la hermana mayor, Hünsel.
-
Pasad,
pasad, queridos niños. Acomodaos y comed todo lo que queráis. ¿Os apetece un
riquísimo zumo de tomate?, ¿o tal vez una brocheta de hortalizas?.
Los
muchachitos comieron hasta sentirse completamente llenos. Se habían comido todo
y querían quedarse con la casa, pero había que idear una forma de echar a la
joven bruja.
-
¡Gritel,
ven, corre!
-
Ya
voy, Hünsel. ¿Qué ocurre?
-
Tengo
un plan…Si nos deshacemos de la joven bruja y nos quedamos con esta casa…
¡jamás tendremos que volver con papá y mamá!
-
¡Tienes
razón!, pero ¿cómo la echamos de aquí?.
-
Pues…tendremos
que hacer “brujita al horno”.
-
Sí,
esa sería la mejor solución. Diremos que nos haga un pastel de tomate y
zanahoria. Cuando lo esté cociendo, la empujamos y… ¡todo listo!
Los
muchachitos propusieron a la bruja que hiciera el pastel de zanahoria y tomate
y la bruja aceptó.
Cuando
la bruja estaba en el horno, los malvados y avariciosos muchachitos la
empujaron y el plan salió a la perfección. Sin embargo, hubo un pequeño
fallo…Pasaba por allí la policía cuando olieron a quemado, llamaron a la puerta
y los muchachos se escondieron, pero no les sirvió de nada, porque los policías
derribaron la puerta, los encontraron y adivinaron lo que habían hecho.
Después
de esto, los metieron en la cárcel, pero al final los hermanos se libraron,
pues contaron que sus padres los dejaron abandonados y sin alimento en el
bosque.
Y
colorín, colorado… ¡Hünsel y Gritel, se salvaron!
Irene Camacho, 1º
E.S.O.
LA DEUDA DE LOS TRES
CERDITOS
En una ciudad llamada Porcolandia, vivían
tres albañiles. Aunque los tres eran cerditos, su trabajo era muy distinto:
Porcopino sólo construía casas de madera y tablas, porque no tenía suficiente
dinero para construirlas más fuertes. Las suyas eran casas baratas y duraban
muy poco; Porcoteja, el segundo, sólo construía casas de ladrillo, él tenía más
dinero, pero le pidió un poco al banco. Eran casas más caras que las de
Porcopino. El último de los cerditos, Porcorroca, construía casas de piedra,
roca y hormigón, tenía más dinero que todos sus hermanos, pero aún así tuvo que
pedir bastante dinero al banco. Muy pocos eran los que podían permitirse una
casa de Porcorroca y era una lástima, porque esos edificios eran muy
resistentes y duraban bastante tiempo.
Los tres hermanos vivían muy cerca unos de
otros y vivían muy bien en sus casas, hasta que un día…
Toc, toc, toc…(sonó la puerta de Porcorroca)
- ¿Quién es?-Contestó Porcorroca.
- ¡Abre la puerta! Me debes mucho dinero y he venido a
cobrarlo.
Porcorroca, muy asustado, se fue por la
puerta de atrás a casa de su hermano Porcoteja, sin que el banquero lo viese.
Un rato después, el banquero acudió a la casa
de Porcoteja:
Toc, toc, toc… (sonó la puerta de Porcoteja).
- ¿Quién es?- Contestó Porcoteja.
- ¡Abre la puerta! ¡Me debes mucho dinero y lo quiero ya!
Además, sé que tu hermano Porcorroca está ahí, y al igual que tú, me debe mucho
dinero.
Al oír esto, los dos hermanos se fueron
sigilosamente por la ventana de atrás y huyeron a casa de su hermano Porcopino.
Toc, toc, toc… (sonó la puerta de Porcopino).
- ¿Quién es?- Contestó Porcopino.
- Soy el banquero de Porcolandia y vengo para que pagues
tus deudas.
- Lo siento, pero yo soy el hermano más pequeño y el más
pobre, además yo no debo dinero a nadie y menos al banco. Hice esta humilde
morada con mis propias manos y no necesité el dinero de nadie.
- Pero no sé dónde están tus hermanos y ellos sí me deben
mucho dinero.
- He dicho que no sé dónde están.
- No mientas, Porcopino…O esto traerá graves consecuencias…
Al cabo de un tiempo, inesperadamente, el
banquero quemó las casas de los tres hermanos.
Este hecho les dio una lección a los
cerditos: no se puede pedir dinero si después no se puede devolver.
Clara García, 1º E.S.O.